Accion Humana

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Revista Digital

Lo que no queremos

Por Gabriel Boragina ©

 

Quisiera creer que todos los liberales argentinos no queremos que vuelva el peronismo K. Pero luego de ver la conformación del gobierno de LLA siempre me pregunto lo mismo ¿es qué realmente salieron del gobierno los peronistas K? 

No voy a volver a referirme a los casos de Daniel Scioli (ex secretario de deportes con la gestión de Carlos Menem, ex vicepresidente de la Nación bajo la presidencia de Néstor Kirchner, gobernador por el mismo movimiento de la provincia de Buenos Aires durante la doble gestión de su mujer C. F. Kirchner, excandidato a presidente por el mismo partido en fórmula integrada por el maoísta Carlos Zaninni, embajador durante el mandato del dúo Fernández, es decir, sujeto de reconocida trayectoria y performance K). O al caso de Guillermo Francos, y otros de menor rango pero también pertenecientes o relacionados con el peronismo o sus diversas extracciones y derivaciones.

Pero si es del caso aludir a la ausencia de auténticas políticas liberales, las que sólo abundan en el discurso pero no resultan plasmadas en la práctica.

He insistido en cuanto, aunque las intenciones del gobierno se orienten en ese sentido, y aun concediendo que las declaraciones pseudo liberales o libertarias sean sinceras, sin un plafón socio económico cultural liberal que le sirva de sustento, la realización de los objetivos pregonados resultará estéril. Si -en cambio- el discurso pro liberal no se trata más que de un relato (como el que utilizaron durante sus largos gobierno los K) no hay nada más que explicar en cuanto a que el fracaso será seguro.

La sociedad liberal no puede construirse por vías políticas, sino que estas serán consecuencia de que la gente acepte convencidamente y por sí misma las ideas desarrolladas por el liberalismo político y económico, aunque uno lleve al otro. Al político no se lo vota para que dicte cátedra sobre liberalismo o antiliberalismo, sino para que ejecute las ideas que la ciudadanía que lo vota anticipadamente ya acepta.

El experimento pseudoliberal del Carlos Menem en la década del 90 fracasó porque la sociedad donde ese ensayo se quiso llevar a cabo no era liberal. El pueblo aceptó de buen grado la eliminación de la inflación, el plan de convertibilidad del ministro Domingo Cavallo, la creación de las AFJP, y demás medidas por el estilo, simplemente porque venia castigada por décadas de inflación y había sufrido la reciente experiencia de una hiperinflación bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, a quien Menem reemplazó en el poder ejecutivo. Culturalmente, no interesaba demasiado a la gente cómo detener la hiperinflación y lograr la estabilidad además de servicios públicos eficientes y que funcionaran. Por ello, a nadie le importó mucho que todo eso se hiciera otorgando los monopolios estatales (que hasta entonces existían) a otros monopolios, pero esta vez privados.

Lo que la gente siempre quiere son resultados. El cómo se obtengan estos es algo secundario que poco afecta. Y Menem obtuvo resultados aplicando políticas de mercado en sectores claves, aunque siguió recetas estatistas en los demás.

Esto hizo que las medidas ‘‘liberales’‘ de Menem fueron adoptadas (y bienvenidas) no por un convencimiento ideológico (ni suyo, ni de la ciudadanía) sino por meras conveniencias coyunturales para salir de la crisis. De allí que no hubo un sostenimiento ni continuidad en la dirección emprendida.

La gente no está impregnada de esas ideas liberales, por lo cual cuando le demostraron que ya no eran ‘‘eficaces’‘ no tardaron en dejarlas de lado. Como aditivo, al ser acompañadas por actos de corrupción (magnificados por la prensa) el apoyo se fue perdiendo paulatinamente hacia el fin del segundo mandato de Menem. Se asoció la corrupción al liberalismo, determinando el giro hacia un populismo de centroizquierda.

 La economía entró en un periodo de estancamiento primero y crisis después, y ello significó lo que la gente comenzó a llamar el ‘‘agotamiento del modelo’‘, que sirvió de excusa para el regreso del populismo de signo contrario, y el advenimiento de los K con políticas opuestas, y con las magras primero y desastrosas (más tarde) consecuencias conocidas por todos.

La coyuntura actual fue de alguna manera similar. El objetivo era reemplazar el desequilibrio generado por los K por un gobierno que dotara de estabilidad a la economía y eliminara la corrupción. No estaban en juego (ni la sociedad estaba debatiendo) las ideas de Ludwig von Mises, de Friedrich A. von Hayek o las de Murray N. Rothbard, ni las de ningún otro exponente de la Escuela Austríaca de Economía. El objetivo, en la hora, era desplazar a los K y evitar que el advenedizo de Sergio Massa llegara al poder. El candidato implícito de la gente para ese propósito, era el ex presidente Mauricio Macri pero, contra todo pronóstico, sorpresivamente, este abdicó de postularse para competir electoralmente. Sobrevino, entonces, dentro de su partido una puja interna de inusitada violencia en los medios entre los dos aspirantes a sucederle: Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. La feroz y desgastante interna, plagada de acusaciones cruzadas, dio como resultado la masiva fuga de votos del PRO hacia un inepto y hasta poco tiempo atrás completo desconocido (el jefe del actual partido gobernante).

Todo este rápido repaso sirve para poner de relieve que no existe en la Argentina ese sustrato socio político cultural necesario para que quién quisiera tomar políticas liberales las pueda llevar cabo en forma completa y coherente. Menem (un peronista de pura cepa) las adoptó por conveniencia coyuntural y no porque se hubiera convertido a esas ideas. Como no era un liberal ni la ciudadanía que lo votó tampoco, no se aplicaron a fondo y tampoco las continuó. La sociedad no lo culpó a él directamente, sino que habló del ‘‘modelo neoliberal agotado’‘.

El actual gobierno, un conglomerado de ex K y ex Pro, con una esencia socio cultural antiliberal y populista, se encuentra entrampado en su propio discurso, sin tomar las espectaculares iniciativas que comenzó tomando Menem (y discontinuó). Ni siquiera trató llevar a la práctica las propuestas revolucionarias anunciadas en su plataforma electoral las que ni por lo menos mínimamente se intentaron iniciar.

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