Por Gabriel Boragina ©
''Los populismos de nuestra región -el plural resulta apropiado, dada la diversidad de las experiencias- se caracterizan por sus imprecisiones ideológicas y por su dependencia de liderazgos personales fuertes y determinantes, lo cual los complementa y a veces hasta los hace indistinguibles de otro fenómeno muy característico de América Latina, el caudillismo, más identificado con la historia del siglo XIX. Esto impidió que llegaran a alcanzar el grado de estructuración ideológica de otros movimientos, por lo que la relación líder-masa adquirió un valor fundamental. En ausencia de una línea política clara y precisa el líder se asemejó al caudillo de otros tiempos, llevando al movimiento por las aguas turbulentas de la cambiante política, acercándose a la derecha o a la izquierda según lo aconsejaran las cambiantes circunstancias de la hora.'' [1]
La caracterización del populismo que hace Carlos Sabino —movimientos dependientes de liderazgos personalistas, de ideologías imprecisas y de una relación líder-masa que reemplaza a una doctrina coherente— resulta especialmente útil para analizar un fenómeno que hoy se manifiesta con fuerza en la Argentina: el populismo de derecha.
Aunque se lo suela presentar como una ruptura con el viejo populismo clásico o con las vertientes de izquierda, conserva rasgos esenciales del fenómeno originario:
· Ambigüedad programática,
· Concentración del poder político en un liderazgo carismático,
· Tendencia a redefinir la orientación ideológica según la coyuntura,
· Relación directa del líder con “el pueblo” sin intermediaciones institucionales.
La novedad reside en el contenido discursivo: ya no se apela a la justicia social o a la redistribución, sino a la lucha contra “la casta”, al orden, a la reducción del Estado y a la moralización de la vida pública. Pero esta novedad no lo convierte en liberal, ni económica ni políticamente. Y aquí radica el punto central.
1. Populismo de derecha: una lógica política, no una doctrina
A diferencia de una ideología, el populismo no se explica por un cuerpo conceptual estable sino por un estilo de poder. Siguiendo la descripción de Sabino, el movimiento se estructura alrededor de un líder que reclama la representación exclusiva de un “pueblo auténtico” enfrentado a un “enemigo interno”.
De allí emergen rasgos que también se observan en la Argentina:
· Personalización extrema de la autoridad, donde la figura presidencial se coloca por encima de la institucionalidad.
· Oscilación doctrinaria, que permite defender simultáneamente políticas contradictorias según la conveniencia del momento.
· Concepción plebiscitaria del poder, donde la legitimidad se mide por apoyo emocional más que por resultados o coherencia normativa.
Esta lógica, aunque se revista de retórica meritocrática o antiestatista, no conduce necesariamente a un orden liberal.
2. El liberalismo económico: reglas, instituciones y límites
El liberalismo económico se asienta sobre principios claros:
- Mercados libres,
- Propiedad privada,
- Estabilidad monetaria,
- Disciplina fiscal,
- Competencia,
- Reglas previsibles y universales.
Un populismo —de derecha, de izquierda o mixto— puede tomar elementos del programa liberal, como la promesa de reducir el gasto, bajar impuestos o abrir la economía. Pero su lógica estructural es distinta: mientras el liberalismo confía en las reglas impersonales, el populismo confía en el líder; mientras el liberalismo demanda previsibilidad, el populismo se alimenta de la excepcionalidad; mientras el liberalismo requiere instituciones sólidas, el populismo las percibe como estorbos para la voluntad política.
Por eso, un populismo puede predicar el libre mercado y, al mismo tiempo, gobernar con discrecionalidad, redefinir políticas según el clima político, confrontar con actores económicos a través de nombres propios o sostener intervenciones selectivas que contradicen el marco general del mercado.
3. El liberalismo político: la verdadera línea divisoria
Si la diferencia con el liberalismo económico ya es importante, respecto del liberalismo político la distancia es aún mayor.
El liberalismo político exige:
- Separación de poderes,
- Republicanismo,
- Estado de derecho,
- Libertades civiles garantizadas,
- Respeto a las minorías,
- Prensa libre,
- Instituciones que limiten el poder.
El populismo de derecha argentino tiende, como el de izquierda, a asumir que el liderazgo popular otorga una legitimidad superior a los controles institucionales. El Congreso, la Justicia, los organismos de control e incluso la prensa son percibidos como obstáculos para la “verdadera voluntad popular”.
El liberalismo, en cambio, parte precisamente del supuesto contrario: que el poder debe ser limitado, controlado y distribuido, porque ninguna mayoría coyuntural puede ser árbitro absoluto de la vida política.
Mientras el populismo ofrece una épica, el liberalismo ofrece procedimientos. Mientras el populismo promete soluciones rápidas, el liberalismo defiende procesos lentos pero estables. Mientras el populismo se orienta a la voluntad del líder, el liberalismo se ordena por la ley.
4. Más allá de las etiquetas: por qué es importante distinguir
La confusión entre populismo de derecha y liberalismo no es trivial.
Un país como la Argentina —marcado por crisis cíclicas, por la debilidad de sus instituciones y por la volatilidad de sus políticas— necesita reglas estables, no voluntarismo político.
Es posible que ciertos populismos adopten medidas económicas compatibles con el ideario liberal, pero la ausencia de constancia, la imprevisibilidad y el conflicto permanente con los controles republicanos generan un entorno en el que ninguna política de largo plazo puede sostenerse.
En definitiva, la cita de Sabino permite entender que el populismo, cualquiera sea su orientación nominal, no es un camino hacia el liberalismo, sino una forma alternativa de ejercer el poder. Y cuando el liberalismo se reduce a una estética o a un discurso antiestatista, pero carece de las raíces institucionales y políticas que lo definen, lo que emerge no es un orden libre, sino otra variante del viejo fenómeno: un liderazgo personal que navega, como dice Sabino, “las aguas turbulentas de la cambiante política”, cambiando de rumbo según lo exijan las circunstancias, pero sin abandonar la lógica central del populismo.
[1] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela. Voz ''Populismo''.
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