Accion Humana

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Revista Digital

Estado de situación y panorama

 

Por Gabriel Boragina ©

 

Por más de mis esfuerzos por ser optimista, el panorama político y económico argentino no ofrece incentivo alguno para serlo. Todas las semanas me propongo escribir algo bueno sobre el gobierno, y por más que reviso los acontecimientos en las dos materias señaladas, no lo hallo.

Por ejemplo, acabo de ver un video bastante completo y bien armado sobre la cacareada ''reforma laboral'' tan publicitada con ''bombos y platillos'' por el gobierno, y nos encontramos con una reforma mínima, puramente ''cosmética'' que en rigor no reforma nada, salvo algunas frases de ciertos artículos de la Ley de Contrato de Trabajo (LCT) y crea figuras jurídicas sin sentido y que, en lo sustancial, sólo agregan (como dice el expositor del video) más confusión al caos legislativo laboral ya reinante.

Si bien se podría (con mucho esfuerzo) rescatar la eliminación de las multas laborales por falta de registración del empleado, sabemos los abogados que esas indemnizaciones pueden lograrse por otras vías específicamente establecidas en el resto de la legislación, que es profusa en casi todos los temas que alguien pueda imaginar. Y siempre está latente la declaración de inconstitucionalidad que los tribunales del trabajo hagan de esas normas.

Esta mal llamada ''reforma'' (en realidad, deforma) legislativa, mal va a ''contribuir'' a reducir el costo laboral, sino que, al revés, lo terminará promoviendo, aunque esa no haya sido su intención.

En materia política, el nefasto nepotismo continúa formando parte del folklore argentino, donde la hermana del titular del ejecutivo ejerce un clarísimo poder de facto en áreas mucho más extensas de las que corresponden a sus cargos formales. Ver, por ejemplo, sobre esto: https://x.com/AleKoser/status/1862230296638140793

Mientras que notorias figuras del peronismo ‘’K’’ siguen acumulando más poder en sus manos (por ejemplo, el caso de Scioli).

En temática económica, prosigue el escenario recesivo que tiene paralizada la actividad. Sugiero ver los siguientes post de ''X'', bastante ilustrativos al respecto: https://x.com/RobertoCremaOfi/status/1862638372369371548 y los comentarios que le siguen.

En las góndolas de los supermercados, los artículos persisten escaseando, y los precios de las marcas que quedan son altísimos y no se corresponden en con las optimistas y artísticas cifras oficiales.

Quizás, el colmo de un gobierno supuestamente ''liberal'' sea la presentación de un proyecto de ley para fomentar la pequeña y mediana empresa (ver https://x.com/MissesConMises/status/1861540385157456039 ) ¿Qué vendrá luego? ¿otro régimen de promoción industrial?

Ya he discutido con amigos economistas (que solamente esgrimen como argumento sus números macro) que comenzaré a creer en el modelo cuando sus fenomenales estadísticas macro lleguen a la micro de todos los días; o sea, del hombre de la calle, del empleado, del obrero, del ama de casa, del jubilado, en fin, de la gente común y corriente (que suele no entrar -ni encajar- en esas estadísticas macro).

En tanto, voy a continuar marcando lo que veo, aunque no les agrade o incluso los irrite (como se ha puesto tan de moda entre los fanatizados partidarios de este gobierno, siguiendo el ejemplo de su fácilmente irascible, irritable e intolerante Jefe), y, en el ínterin, el escenario cotidiano no me muestre otra cosa.

Es que el contexto, como ya he indicado otras veces, es que tenemos un gobierno de coalición no oficialmente formalizada pero si, de hecho, configurado por grupos de las tres facciones políticas en danza: LLA[1], por un lado, el PRO[2] por el otro, y el FdT[3], con el agravante de que la distribución del poder entre ellos no está repartida equitativamente en partes iguales sino que la fracción menos numerosa y, por ende, menos importante de esa cuota la tiene el ejecutivo, y he aquí donde encuentro el verdadero problema. El gobierno no es representativo de la voluntad popular o, si lo es, es el menos representativo (numérica e ideológicamente) de los tres grupos el del poder ejecutivo.

Para los genuinamente liberales esto es una efectiva dificultad, por cuanto la opinión pública no suele hacer estas sutiles distinciones, y engloba la acción de gobierno haciéndola recaer exclusivamente sobre sólo una rama de ese poder: el ejecutivo.

Resulta claro (para cualquier liberal) que una composición tan heterogénea y desiguales de las fuerzas políticas gobernantes integrada mayoritariamente con partidos no liberales (sería el caso del PRO, por ejemplo) o directamente antiliberales (‘’Frente de Todos’’, Peronismo y demás siglas afines) es prácticamente imposible que obtenga como resultado último políticas realmente liberales. Y es lo que está ocurriendo.

Ahora, ¿qué pasaría si, hipotéticamente, a pesar de esta estructura tan ideológicamente híbrida del gobierno, se consiguieran imponer medidas económicas ''de peso'' finalmente liberales?. Probablemente, no durarían mucho más allá del periodo de ejercicio fijado constitucionalmente hasta la celebración de nuevas elecciones y el regreso de los tradicionales partidos socialdemócratas o -peor aún- declarada y decididamente populistas,

Los liberales nos han enseñado a pensar en el largo plazo, y lejos del célebre y luctuoso pronóstico de John M. Keynes, lo efectivamente trascendente del programa liberal es que su consolidación y su permanencia se consiga, sea quien fuere el partido gobernante en el futuro. Esto, hoy por hoy, en Argentina luce como una auténtica utopía, dada su historia y tradición caudillista primero tras la independencia de la corona española; y populista después, a partir de Perón en adelante.

Sobre la urgencia de adoptar medidas liberales ya me he explayado en http://www.accionhumana.com/2024/11/un-libro-que-el-gobierno-no-leyo.html adonde remito al lector.

Cada día de demora es un día de menos de liberalismo futuro. Si hemos -en el largo plazo- de aspirar en, al menos, un oasis liberal, que sea pronto, como lo reclamaba Friedrich A. von Hayek.

Pero, en exactitud, cabe poco esperar de un gobierno no liberal sino de coalición, donde los supuestos ''liberales'' o son mínimos (en ideas y número) o derechamente, no existen.



[1] Siglas (algo humorísticas) de La libertad avanza.

[2] ‘’Propuesta republicana’’, partido de la coalición ‘’Cambiemos’’ que llevó a la presidencia al Ing. Mauricio Macri, hoy aliado a LLA.

[3] ‘’Frente de Todos’’ ex ‘’Frente para la Victoria’’ creado por el matrimonio Kirchner. el primero, y por la mujer el ultimo.

El mito del superávit fiscal

 


Por Gabriel Boragina ©

 

Quienes centran todas sus esperanzas de la buena fortuna económica que se vaticina que se producirá gracias al superávit fiscal, no solamente desconocen bastante de historia económica, sino que también mucho de lógica. Tampoco explican cómo es posible conseguir un superávit fiscal y, menos aún, sostenerlo en medio de una recesión, o peor todavía, a través de una recesión como medio idóneo para llegar al superávit. Sin embargo, afirman que es posible, porque estimularía la baja de impuestos. 

Si aceptamos la definición del profesor Sabino por la cual se entiende por:

recesión. Fase del ciclo económico caracterizada por la disminución de la actividad, el empleo y la producción. En épocas de recesión suele caer también la inversión y hay una tendencia hacia la deflación o, en las economías modernas, hacia cierta disminución de la inflación. [1]

Resulta bastante difícil comprender cómo dicen que va a ser más fácil en recesión conseguir un superávit fiscal, ya que este supone una mayor recaudación de impuestos y no menos como ocurre en las recesiones. Pero es de simple lógica que si se recurre a la deflación para reducir la inflación, se sigue que se va a recaudar menos y no más. ¿Cómo se llega al superávit por esa vía?. Hay una inconsistencia que no terminan de explicar.

La deflación es una contracción de dinero, exactamente lo contrario a la inflación y, nuevamente, es de simple lógica deducir que si la masa monetarias es menor también lo será lo que el fisco pueda recaudar. A la inversa una mayor cantidad de dinero (inflación) implica consiguientemente una mayor recaudación. De allí que devenga contradictorio afirmar que es más fácil conseguir superávit fiscal en recesión que en expansión. Excepto que se quiera significar que el gobierno gasta menos, pero no es el caso argentino precisamente.

El otro punto discordante (o al menos no explicito adecuadamente) es ¿de dónde se sigue que a mayor superávit fiscal los impuestos se reducirán?. Se podría argüir con más coherencia que, por el contrario, al ver el gobierno que recauda mas ¿qué lo induciría a reducir impuestos? Porque podría argüir que la mayor recaudación le permitirá hacer más cosas ''por la gente'' (aunque en realidad no las haga).

Por otra parte, los gobiernos están formados por seres humanos que, además, detentan un poder otorgado por el pueblo o por si en el caso de los gobiernos autoritarios. Si todos tendemos a maximizar ganancias ¿qué les hace pensar a los que así ''razonan'' que las personas que componen el gobierno no cumplen con esta condición?.

Es más. Si se visualiza el gobierno como una organización (y así, por ejemplo, lo catalogaría Friedrich A. von Hayek) ¿por qué se conjetura escaparía a la lógica de una ganancia maximizada?

Presumir que los gobiernos (por ser gobiernos) son automáticamente altruistas y cobrarán los menores impuestos posibles o los eliminará, es de una ingenuidad a toda prueba para quien conozca un poco de economía elemental.

El único incentivo que tiene el gobierno para reducir impuestos esta dado por el funcionamiento de la curva de Laffer cuando la recaudación alcanza el punto máximo fiscal, que se puede visualizar como el punto de inflexión a partir del cual una mayor presión tributaria sólo redundaría en una menor recaudación. Pero el gobierno no puede conocer de antemano cual sería la cantidad exacta de la recaudación a partir de la cual la curva de Laffer entra en la pendiente descendente. Hasta que la presión no llegue a ese grado, no es posible conocer a priori cual es el parámetro máximo fiscal.

En realidad, la única referencia que tiene el gobierno es el presupuesto nacional que sanciona el Congreso. Pero esto desde lo legal y no desde lo económico, ya que el punto máximo fiscal puede estar por encima o por debajo de la cantidad exacta que indica el presupuesto. Es por ello que, determinar dónde va a estar exactamente ese término máximo sólo es cuestión de ensayo y error por parte del gobierno. Para no llegar a ese extremo los liberales recomiendan impuestos mínimos. Pero ¿qué es un impuesto mínimo y en qué cantidad fijarlo?.

El dato relevante y mensurable es el gasto público. Los impuestos deben ser la sola fuente con la que ese gasto se salde. Esto raramente lo han cumplido los gobiernos argentinos. Muchas veces por demanda de la misma gente (gobernados) y otras por iniciativa de los propios gobernantes.

Las reducciones del gasto siempre han sido mínimas, transitorias y poco relevantes, han servido más como propaganda para manipular inocentes (que en Argentina los hay y son mayoría) que como una verdadera política económica seria.

Y el otro problema que a menudo se soslaya es ¿por qué confiar absolutamente en los datos oficiales que se tienen por indiscutiblemente ''ciertos'' por casi todo el mundo y de manera acrítica?:

A veces, el desequilibrio fiscal no aparece en las cuentas gubernamentales. Así ocurrió en los años setenta en Brasil, país que efectuó gastos no incluidos en el balance general para ocultar su desequilibrio fiscal (Brasil mantuvo con frecuencia un superávit fiscal oficial junto con una elevada inflación en los años 1960 y 1970). Los rescates bancarios anticipados (que han costado más del 20 por ciento del PBI en los países de “crisis mellizas” de las últimas dos décadas) son la causa más frecuente del desequilibrio fiscal en las crisis recientes. Sin embargo, Brasil y la Argentina arribaron a sus dificultades fiscales actuales y sus monedas débiles “a la manera antigua”, al no poder controlar los programas de gastos gubernamentales[2]

Si Brasil y Argentina ocultaron sus déficits fiscales, y por arte de birlibirloque, los hicieron aparecer como ‘’superávits’’ en el pasado ¿qué garantiza que no lo volverían a hacer en el futuro? Excepto que se tuviera una fe religiosa en que los gobiernos jamás mienten, esa creencia no tiene base alguna.

Muchos economistas identifican, sin más, la inflación con el gasto público como si fueran la misma cosa. Si bien son dos hechos económicos distintos, están fuertemente relacionados, por cuanto la inflación es el medio más empleado por los gobiernos para financiar el gasto publico dada la alta impopularidad de crear o subir impuestos. La inflación ha permitido a los gobiernos desde los albores de la historia incrementar el gasto público al que se han entregado desde que han controlado el dinero. Entonces, es común identificarlos como si fueran sinónimos aunque no lo sean.

De allí que, son incompatibles inflación y superávit, tal como también lo son este último y la deflación. En Argentina, el gobierno quiere hacer creer a la gente que se ha logrado llegar a un superávit con deflación, lo que económicamente vimos que resulta imposible ya que, tanto la expansión como la contracción monetaria, no pueden dar ambas como resultado un superávit fiscal, aunque por razones distintas.

Decir que se logró superávit fiscal gracias a la recesión o a pesar de la recesión, implica el contrasentido de afirmar que se pudo recaudar más con menos actividad económica (empleos, producción, inversión, etc.) lo que es absurdo.


[1] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela. Vos respectiva.

[2] Charles W. Calomiris "Lecciones de la Argentina y Brasil", Capítulo 3, p. 38 en Crisis financieras internacionales: ¿qué rol le corresponde al gobierno? / compilado por Daniel Artana y James A. Dorn. - 1ª. ed.– Buenos Aires: Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, ISBN 987-9329-18-X pág. 34,

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