Por Gabriel Boragina ©
‘’Nadie, en su sano juicio, consumiría más recursos propios para producir unos bienes que puede comprar consumiendo menos recursos. Las tarifas o cuotas que no se establecen con fines fiscales, sino con el objeto de proteger (fomentar) alguna actividad industrial o agrícola, necesariamente causarán desviación antieconómica de recursos’’[1]
A veces, muy a menudo (sobre todo en la actualidad) se disfrazan de fines fiscales lo que no son más que tarifas o cuotas que esconden objetivos confiscatorios, pero que, obviamente, los gobiernos no pueden tener la franqueza de llamarlos de ese modo, porque perderían apoyo popular y les jugaría en contra.
Si yo decidiera hacer mis propios zapatos para no tener que comprarlos al zapatero, la inversión que tendría que realizar en tiempo y dinero sería tan grande que no me quedaría tiempo ni dinero para satisfacer mis muchas otras necesidades. Realimente sería muy estúpido de mi parte preferir la primera opción a la segunda: comprar mis zapatos al zapatero, lo que en mi caso (que soy profesor y no zapatero), representaría lo más económico.
‘’Ello porque artificialmente se fomenta la utilización de recursos en actividades que, sin el estímulo de la protección, no podrían competir en el mercado por esos mismos recursos’’[2]
Se suele llamar también protección a la industria incipiente. Pero ello no significa que se aplique únicamente a activadas industriales. No es más que una forma de subsidiar a pseudo empresarios amigos del poder de turno.
Como todo subsidio sigue la ‘’lógica’’ de Robín Hood: quitarles a unos para darles a otros. Políticamente se le denomina también como ‘’’justicia social’’ que -en los hechos- no es más que quitarle a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece.
Los recursos son obtenidos por el gobierno mediante la expoliación legal como la definía el genial Fréderic Bastiat. Hoy en día, es la política que siguen los ‘’estados benefactores’’ o ‘’de bienestar’’.[3]
‘’No olvidemos que el mercado es una continua subasta en la que los usos más rentables desplazan a los de menor prioridad, los menos rentables’’[4]
Más rentables significa de mayor ganancia y costos menores. Estos usos son prioritarios, porque precisamente satisfacen más necesidades que los demás. Entonces el mercado los prefiere.
Por el principio de que Los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas, no todo puede hacerse al mismo tiempo. Ergo, las necesidades deberán ser cubiertas con un orden de prioridad, desde las más urgentes a los menos.
‘’El estímulo que brinda la protección necesariamente tiene que ser lo suficientemente grande para lograr adquirir aquellos recursos, en el mercado de recursos; y nótese que esos recursos tienen precio precisamente porque tienen otros usos’’[5]
La protección, en los hechos, le está otorgando un monopolio al protegido. Es lo se llama un monopolio de tipo legal o (también denominado) artificial como opuesto al natural o de mercado.
Los recursos se obtienen extrayéndoselos al resto de los competidores de los protegidos y -sobre todo- a los consumidores que, de no ser por la protección, no hubieran adquirido la producción de los protegidos.
‘’Ahora bien, si debido exclusivamente a alguna disposición artificial, la rentabilidad de la actividad protegida no aumentase lo suficiente como para poder desplazar del mercado de recursos a otras actividades, evidentemente el fomento no lograría su propósito. Lo cual significa que, paradójicamente, si logra su propósito, es antieconómico’’[6]
¿A quién se protege? Y, sobre todo ¿qué protege esta protección? Sin el ánimo de hacer un juego de palabras, está claro que protege a ciertos productores (amigos del poder de turno) de sus competidores, ya sean estos más o menos eficientes que los protegidos. En dicho sentido, la protección no es tal sino que se trata de un privilegio. Los protegidos son los particulares privilegiados del gobierno. El discurso político no dice esto, obviamente, sino que esgrime en su favor la ‘’defensa de los intereses nacionales’’.
‘’Impedir que las personas aprovechen las ventajas de las importaciones más baratas es como impedirles que aprovechen la ventaja de los nuevos inventos y métodos ahorradores de trabajo, como, por ejemplo, las lavadoras para evitarse trabajo, ahorrar tiempo y disponer de recursos para otras cosas; la telefonía para evitar mensajeros; la tubería para llevar agua; la luz que nos regala el sol y economiza electricidad; 29 y así, todo lo que libera recursos’’[7]
Todos estos inventos y muchos más hacen la vida más fácil a millones de personas, y la mayoría de ellos provienen de países industrializados que, a su vez, son industrializados gracias a los inventos. Es lo que hoy llamamos el desarrollo tecnológico. Si en esos países se prohibieran las exportaciones y en los demás lugares del planeta se hiciera lo mismo con las importaciones, la mayoría de los habitantes de los países menos industrializados vivirían en forma muy semejante a lo que lo hacían sus ancestros siglos atrás.
Cerrar el comercio exterior es una invitación al subdesarrollo. La tecnología es progreso y el progreso se da en distintas partes del mundo. El comercio libre permite que ese progreso llegue a lugares donde el progreso no existe o es lento.
‘’Como vimos anteriormente, la jurisdicción política de residencia del proveedor de bienes no justifica negar a nadie un beneficio tangible derivado de una importación’’[8]
El proteccionismo, que las teorías nacionalistas abogan para, como decía un ex ministro de economía argentino ‘’vivir con lo nuestro’’, significan (como se lo ironizó) ‘’vivir con lo puesto’’. De manera humorística –pero con razón- se le contestó que sus propuestas de cerrar las fronteras implicarían volver a la época del taparrabo, el arco y la flecha.
[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 51
[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 51
[3] Ver nuestro libro La meta de la sociedad superior
[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 51
[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 52
[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 52
[7] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 52
[8] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 52
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