Por Gabriel Boragina ©
‘’El comercio permite a todos, nacionales y extranjeros, participar en los ahorros logrados por los aumentos de la productividad de los demás, pues la disminución de los costos, recordémoslo, da lugar a que a cada quien le cueste menos pagar más por lo que compra’’[1]
Si un par de zapatos que me costaba antes de la división del trabajo $ 100, luego de ella ahora me cuesta $ 50, parecería una verdad de Perogrullo que me cuesta $ 50 menos que antes. Y ahora puedo pagar por 2 pares de zapatos. Me costará menos pagar más por otras cosas como, por ejemplo, un libro. Mas ahorro implica más poder de compra.
Pero parece que el autor quiere decir que incluso podría pagar más por el mismo par de zapatos que antes pagaba $ 100. Ciertamente podría ofrecer al vendedor por ejemplo $ 80.-, es decir que, subjetivamente, el comprador podría estimar que los zapatos que ahora cuestan $ 50 y podría comprar por ese precio, en realidad valen más para él y merecen un precio mayor.
Puede, entonces, estarse refiriendo a la compra del mismo bien, o al total de las compras que podría hacer.
‘’En el mundo real hay muchos factores que aumentan o disminuyen la oferta y demanda de divisas, como son los flujos de capital. Pero la entrada y salida de divisas internacionales estará siempre tendiendo, necesariamente, al equilibrio, aumentando o disminuyendo las reservas para amortiguar los flujos’’[2]
Siempre y cuando el gobierno no interfiera en el proceso. Debemos recordar que nuestro autor trata sobre situaciones dadas en un mercado libre. Sin embargo, lo habitual es que el gobierno trastoque este funcionamiento.
En el caso, no está considerando (no porque lo ignore por cierto) otro fenómeno de este mundo real, que es la afición de los gobiernos de decretar controles de cambio[3].
Como cualquier otro control de precios, la fijación de tipos de cambio distintos a los de mercado rompen esa tendencia al equilibro que naturalmente se da en los mercados libres.
El principio que describe el autor no difiere del mecanismo por el cual oferta y demanda (si el mercado es libre) tiende al equilibrio. En realidad, es una aplicación o extensión de dicho principio al caso del flujo de divisas.
‘’Lo que regula ese equilibrio es la paridad (la tasa de cambio de las divisas), la cual fluctuará tendiendo siempre a un equilibrio que nunca alcanza, porque cada ajuste, a su vez, lo desequilibra nuevamente’’[4]
Se traduce en que oferta y demanda tenderán a igualarse pero nunca lo conseguirán. Cuando la demanda de un producto aumenta, su precio, en un primer momento, también tiende a aumentar. Este incremento del precio provocará que la demanda se revierta y comience a bajar. Al reducirse la demanda, el precio seguirá esa misma tendencia, lo que provocará un nuevo aumento de la demanda y así sucesivamente.
Digamos que estas fuerzas opuestas hacen imposible que el equilibrio entre ambas sea permanente. Cuando llega a serlo, deja de serlo en el momento siguiente.
‘’Cuando aumenta la entrada de capital (por ejemplo, de remesas familiares), aumenta la oferta de divisas y disminuye su precio, lo cual quiere decir que el valor de la moneda local subirá’’[5]
Opera el mismo principio que explicamos en el párrafo anterior. No hay ninguna diferencia si hablamos de divisas o de cualquier otra mercadería. De tal suerte que, si lo que ingresa es ganado aumentaría la oferta de ganado y -por lo tanto- el precio de cada res disminuirá.
Debemos recordar que el dinero, sea nacional o extranjero no es más que otra mercadería como cualquiera. Esto significa que, en términos de dinero, la moneda con la que se compra ese ganado subirá de precio. Pero lo mismo ocurre cuando la comparación se hace entre dos monedas diferentes, una local y otra extranjera.
‘’Así alentará las importaciones y desalentará las exportaciones, para equiparar las entradas de divisas con las salidas’’[6]
Con una moneda local de mayor precio que la divisa será más atractivo y más fácil comprar esta última, lo que estimulará las importaciones, ya que los precios internos lucirán más altos que los externos. En realidad, no es que la gente busque deliberadamente equiparar la entrada de divisas con la salida sino que la misma fluctuación de la cotización y el cambio de los precios relativos la llevarán a importar más y exportar menos.
‘’En tal caso, la balanza del comercio se tornará necesariamente negativa, porque se importará más de lo que se exporta, correspondiendo la diferencia a las remesas. La ecuación que expresa el equilibrio es la siguiente:
Ingresos
de divisas: |
=
|
Egresos
de divisas: |
‘’[7]
Como han señalado agudos economistas resulta del todo paradójico que a esta situación se le llame balanza de comercio ‘’negativa’’ de momento que están ingresando más bienes al país en cuestión que los que están saliendo, es decir, la economía local es más rica en bienes. Mas bienes equivalen a precios más bajos, es decir, mayor poder adquisitivo de la moneda local.
El equívoco viene de la tesis que se ha denominado dogma Montaigne quien suponía que la riqueza era estática y no dinámica, y sólo veía el lado monetario de la transacción. El filósofo Montaigne, como se recordará, era un famoso mercantilista del siglo XVI.
Esta mentalidad, sin embargo, permanece hasta nuestros días y ha inspirado (entre otras ideologías) al marxismo.
[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 49.
[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 49
[3] Ver nuestros Elementos de economía internacional
[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 49
[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 49
[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág.49 y 50
[7] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 50
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