Accion Humana

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Revista Digital

¿Qué podemos esperar?

 

Por Gabriel Boragina ©

 

Mientras el gobierno continúa declamando seguir una linea ‘’libertaria’’ de acción, el ciudadano común sigue sin advertir de que se trata y cuál sería la diferencia con los gobiernos que le precedieron al actual.

La prensa juega un papel importante en esta distorsión política, porque la realidad indica que la prensa independiente es una quimera. Cada uno de nosotros depende de sus propias ideas o de las de otros; el periodista, además de esto, depende de fondos para poder propagarlas; y esos fondos se consiguen cuando lo que se vaya a difundir sea del agrado o del interés de quien lo financia. En materia periodística también rige plenamente aquel dicho por el cual ''El cliente siempre tiene razón''. Esto no es -en si- malo, en la medida de que la competencia sea abierta y el estado-nación no meta manos en el asunto. Pero, por supuesto, esto no ocurre en la Argentina de LLA[1].

Es que no debe olvidarse que el gobierno, en sí mismo, jamás produce nada, sino que solamente puede repartir lo que otros producen. Y esto es lo que se espera del poder, no sólo en Argentina sino en la mayor parte del mundo. Y naturalmente, los que votaron a ese poder, siempre hacen cola para recibir la mayor parte de esa repartija.

El votante sólo tiene expectativa de recibir beneficios, prebendas y dádivas del votado, y esto (entre otros factores) es lo que imposibilita la realización de una sociedad liberal en el correcto sentido del término. Si el sistema es populista como sucede en el Argentina el panorama no puede ser peor aún.

Los desfavorecidos siempre esperan con ansiedad la hora en los que están de turno en el poder se vayan para que lleguen otros partidarios que les aseguren mejores condiciones de vida. No hay un pensamiento individualista por el cual cada uno cavile como puede mejorar personalmente y vivir de su trabajo. Esa cultura del propio esfuerzo fue destruida por el populismo peronista. Y los restantes gobiernos que quisieron cambiar esa realidad no pudieron y -en definitiva- terminaron cayendo en más populismo (sea de izquierda o de derecha).

Mientras tanto, los populistas se pelean entre si a ver cuál es el mejor de ellos. El ‘’mejor’’ (según la visión populista) es. desde luego. el más populistas de todos.

Es asi que, desde el gobierno se desdeñan las instituciones y la república, mientras el jefe del partido gobernante se burla de los que defienden la república. La lectura es clara: el peor enemigo de la república es, precisamente, el populismo. Por eso se ridiculiza a los republicanos llamándolos con términos descalificatorios por parte del máximo responsable de la marcha de la política.

¿Qué se puede esperar de una persona asi?. La república siempre ha sido la mejor expresión del liberalismo. Se puede decir que la república es el liberalismo manifestado políticamente.

Si se espera que el gobierno mejore la economía, lo único que debe desearse (y lucharse para ello) es porque se aparte por completo de la misma.

Claro que, los dirigistas ''liberares'' (¡que contradicción en términos!) insistirán que, como el liberalismo es bueno para todo el mundo debe imponerse absolutamente a todos, combatiendo (y aplastando de ser necesario) al disidente. Y para ello, nada mejor que acudir al monopolio de la fuerza, que es justamente el mismo gobierno. ¡Como si emplear el uso de la fuerza tuviera algo que ver con el liberalismo, cuando es su antítesis!.

Bueno, esa parecería ser la filosofía que anima al gobernante de la LLA. Pero lo curioso del caso es que la política desarrollada hasta el presente tiene poco y nada que ver con algo parecido al liberalismo o libertarianismo. Ya que se trata de lo que podemos llamar un intervencionismo de mediano o bajo grado, pero intervencionismo al fin. Fue Ludwig von Mises quien nos enseñó que el intervencionismo tiene diversos grados o fases que se van sucediendo hasta llegar a la intervención total de la economía.

Si el gobierno (que proclama otra cosa) es o no consciente de esto es realmente una incógnita. Personalmente, hace rato que dejé de pensar en la buena fe del equipo gobernante. No encuentro en el mismo una sola figura de renombre y credenciales suficientes que pertenezca a las filas del liberalismo.

La famosa motosierra, que a tantos ingenuos embaucó, fue mayormente dirigida al sector privado y no al estatal. Si bien hubo algunos tímidos recortes en la administración pública no fueron redireccionados a la actividad privada, sino a engrosar las arcas de otras reparticiones.

Pongamos un ejemplo sencillo. Si en el país X, tenemos las oficinas públicas A y B (cada una con un presupuesto de 10) el gasto publico total será de $ 20 (mil, millones, billones, etc.).

Si elimino la repartición A y dejo en pie la B, y los $ 10 que gastaba en A, ahora se los asigno a B, podré pregonar que he eliminado reparticiones del estado y he ajustado al sector público, pero no podré (sin mentir) decir al mismo tiempo que he reducido el gasto, porque el gasto publico seguirá siendo $ 20 (como antes del ‘’ajuste’’).

Bien, de este tipo son los ''recortes'' hechos por el gobierno de LLA[2]. En cantidad de dependencias, oficinas del estado hay ciertamente menos, pero en cantidad de partidas presupuestarias son las mismas que antes de los ‘’recortes’’ sólo que asignadas a otros sectores ya existentes o creados ex novo. No hay reducción del gasto sino reasignación del mismo.

Como esas partidas presupuestarias se financian con impuestos que paga el contribuyente y ciudadano de a pie, ello significa, a su vez, que esos impuestos no se ''recortan'' ni eliminan sino que se reasignan consecuentemente a los nuevos destinos presupuestarios. El contribuyente sigue pagando lo mismo, mientras desde el gobierno le dicen que le ‘’bajaron’’ los impuestos, cuando la realidad es que lo único que cambió fue la dirección de los impuestos sufragados.


[1] Siglas de ‘’La libertad avanza’’ el partido gobernante.

[2] Ver nota anterior.

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