Por Gabriel Boragina ©
He venido insistiendo (hasta ahora en vano) sobre la importancia de recuperar las instituciones creadas por la Constitución de la Nación Argentina y el espíritu de la misma, entendido como un proyecto ético cultural y del cual dependerá el rumbo económico que se adopte, no siendo lo económico algo independiente de ese entorno ético cultural sino un producto derivado del mismo.
Evidentemente, prevalece por sobre la cultura constitucional que quisieron crear los constituyentes, el populismo que caracterizó el perfil sociológico político desde el advenimiento del peronismo en sus distintas expresiones (de derecha primero y de izquierda posteriormente) y el actual populismo no peronista gobernante representado por LLA[1] que falsamente se hace llamar a si mismo ''libertario'' siendo completamente ajeno a la doctrina preconizada por la corriente correspondiente a este rótulo.
El debate se centra, como se advierte en cualquier programa televisivo, o radial. en las personas de los candidatos, sus conductas personales y no en sus ideas ni en sus propuestas, las que quedan relegadas claramente a un plano inferior y muy marginal. Se insiste en ignorar que las conductas son consecuencia inmediata de las ideas y no están disociadas de ellas. Los comportamientos y discursos incoherentes de los candidatos son productos de las ideas incoherentes que anidan en sus mentes.
Precisamente para evitar que las ideas incoherentes sean las que manejen los destinos del país, con esa mira también fue sancionada la Constitución Argentina, para que cuando sujetos circunstanciales quieran imponer sus propios proyectos personales la Constitución se los impida y se vean obligados a respetarla.
Esto es crucial en países como la Argentina (aunque también en otras partes) donde la tradición que prevalece, como dijimos, es la caudillista, personalista y populista, que es la que gobierna en la actualidad (tanto hoy como ayer).
Fundamentalmente (y ahora desde el liberalismo) se impone desligar de este rótulo al accionar del gobierno de LLA cuya práctica política es completamente ajena a las ideas que sustenta la tradición de pensamiento liberal. Aspirábamos al comenzar su gestión y exhortábamos -al mismo tiempo- a una corrección del rumbo intervencionista tomado. Peto el transcurso del tiempo viene demostrando que, lejos de rectificaciones de rumbo se insiste en políticas que resultan extrañas al liberalismo, el que en forma contradictoria aún se porfía enarbolar en un discurso puramente dialéctico, pero sin contenido en aquel sentido.
Manifestamos en múltiples ocasiones la ''mala prensa'' que las políticas antiliberales o no liberales de gobiernos que a sí mismos se hacen llamar ''liberales'' o ''libertarios'' produce entre la opinión pública poco afecta (como la argentina) a elucubraciones intelectuales y diferenciaciones doctrinarias o políticas. El daño de pregonar que se está aplicado una doctrina que no responde a las enseñanzas que los grandes liberales de la historia han siempre propiciado, tiene consecuencias devastadoras, no sólo para el país sino para la propia tradición genuinamente liberal que es continuamente bastardeada por el gobierno de LLA.
Adicionalmente, que los símbolos el liberalismo argentino sean $LIBRA, Karina M. o José Luis Espert será lo peor que le pudo haber pasado al liberalismo argentino.
Esto inhabilita a futuro a cualquier propuesta honesta y comprometida de eventuales genuinos liberales que quieran aspirar a posiciones políticas, a enarbolar la misma bandera, porque a esa altura ya la ciudadanía habrá estigmatizado al liberalismo como una práctica viciosa emparentándola a las actuales políticas populistas de derecha que de continuo lleva adelante la LLA. Para entonces, el liberalismo será un mal recuerdo y los únicos que tomarán ventaja de esa experiencia fatídica será la izquierda. rótulo bajo el cual se posiciona el antiguo y conocido socialismo en cualquiera de sus versiones.
Para intervencionismo el electorado preferirá siempre a los verdaderos intervencionistas, que son aquellos que no tienen empacho en declamar que esta es la mejor vía a seguir, a medio camino entre el capitalismo y el socialismo. Y no a estos intervencionistas de LLA, que quieren hacer creer a la ciudadanía que su intervencionismo es liberalismo y que es ‘’mejor’’ que el de los intervencionistas de los demás partidos adversarios.
Pero L. v. Mises ya explicó que el intervencionismo es siempre malo y no importa para ello si se lo defiende desde la izquierda o desde la derecha.
Por eso alentamos a la ciudadanía a reemplazar el típico debate enfocado exclusivamente sobre la persona de candidatos y trasladarlo a otro más de fondo donde se discutan y se revitalicen las ideas que llevaron a nuestros constituyentes a darnos aquella magnifica Carta Magna originaria, lamentablemente semi deformada en 1994 pero que aún podemos aplicar en sus textos originarios y a la luz de las ideas liberales, cuyo norte siempre ha sido la limitación de todo poder hasta los mínimos necesarios y siempre y cuando se utilicen para resguardar los derechos inherentes a la condición humana, evitando todo lo que exceda ese objetivo primigenio.
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