Accion Humana

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Revista Digital

La necesidad de un líder

 


Por Gabriel Boragina ©

 

Este no es un tema nuevo. Lo he tratado en infinidad de ocasiones. Si, sigue siendo un tema preocupante. No sólo en Argentina sino en el mundo.

Lo más alarmante para mí, es que muchos sedicentes liberales se plieguen a dicha necesidad después de haber sostenido contradictoriamente en ocasiones anteriores que la acción de rendir culto a un líder era un rasgo de antiliberalismo.

No necesitamos aclarar nuevamente de qué clase de líder hablamos ahora, porque ya lo hemos hecho antes. Ver http://www.accionhumana.com/search?q=El+l%C3%ADder+liberal

El líder es un elemento imprescindible de toda manifestación de populismo. Es algo sobre lo cual también hemos abundando en todos nuestros escritos.

Por eso, resulta un espectáculo chocante observar que quienes han dedicado toda una vida a combatir el populismo aparezcan ahora defendiéndolo sólo porque ‘’el líder’’ a quien promueven o sostienen, habla en contra del populismos utilizando frases y acciones de neto corte populista aunque de otro signo. El escenario no podría ser más patético. ¿Cuándo estuvieron confundidos? ¿Antes o ahora? , ¿Con que velocidad se pueden abdicar de los principios? El panorama es desconcertante.

El populismo, recordemos, no deja de ser tal por la ideología que adopte. El populismo, en sí, no es una ideología sino que es un modo de aplicar una ideología, la cual puede ser ''de izquierda'', ''de derecha'' o ''de centro'' (aun cuando estas palabras pequen de una gran dosis de imprecisión en el lenguaje político-económico). Nosotros no podemos situar al liberalismo en ninguna de estas categorías, que pertenecen más al léxico político-periodístico que a la ciencia política y económica. En realidad, tales expresiones están prohijada por la izquierda en su imperiosa necesidad de diferenciarse de todo lo que no sea socialista, y –de paso- para dejar de utilizar ese último vocablo por el desprestigio que siguió a la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991.

No hay un ‘’populismo liberal’’ a pesar que en Argentina se intentó hacer algo así (o parecido) en la década de los 90, lo que como resultado tuvo un profundo giro posterior hacia un populismo híbrido con tendencias de izquierda en la década siguiente, con un brevísimo paréntesis entre 2015-19 inocuo para contrarrestarlo.

En definitiva, todos fueron populismos, de más alto o bajo grado, pero populismo al fin. Y esa es al parecer la tendencia.

Pero además, la figura del líder es lo más antirrepublicano que existe, si entendemos por república un sistema democrático (a pesar de las reservas que nos merecieron oportunamente este término[1]) donde existen tres poderes del estado independientes entre sí. La república, a mi modo de ver, es una forma de gobierno colegiada, donde diversos grupos bajo el imperio de una Constitución contrapesan, controlan y balancean el poder total, conforme –parafraseándolo- la célebre fórmula del Barón de Montesquieu.

El populismo (y sus necesarios e imprescindibles líderes) es un retrotraerse hacia la época monárquica que el liberalismo combatió por su poder absoluto.

Sin embargo, el liberalismo lo entiendo como un sistema donde cada uno es su propio líder, lo que no quita, insisto, que se pueden admirar ciertas cualidades ajenas (si es que existen y así lo fueran), pero nunca confiar nuestros destinos en manos diferentes a las nuestras, entregando todo a la decisión y manejo de un tercero, por muy extraordinario que nos parezca.

Semejante abdicación, sostengo, no es digna de un liberal. Y por desgracia, estoy advirtiendo incoherencia entre muchos liberales que, me consta, han defendido en el pasado la verdadera esencia del liberalismo, pero hoy como que los veo transformados en seres casi como desconocidos mostrando actitudes contrarias a las que les conocí, difundí y compartí.

Todo lo cual me hace reflexionar sobre una seria crisis del liberalismo, no sólo en lo político sino en lo intelectual.

Apoyarse en un líder, o promoverlo como tal, sólo porque sostiene ideas parecidas o similares a las nuestras me parece una renuncia inadmisible a la propia responsabilidad personal, que es uno de los pilares del liberalismo. Además de una incongruente incoherencia intelectual que pone en entredicho posiciones contrarias a las sostenidas en el pasado. En el campo del derecho esto tiene un nombre, y se le llama Teoría de los actos propios que, sintéticamente, es la que censura, durante el curso de un proceso judicial, adoptar una conducta posterior en contradicción con una opuesta anterior. En términos lógicos, es la violación al principio de no contradicción por la cual, luego de alguien afirmar (en un primer momento) que A=A, en un momento posterior esa misma persona sostendrá que A ≠A (no es igual a A).

La necesidad de un líder, su culto, pleitesía, sumisión, obsecuencia, etc. es volver a la época del tribalismo que tan bien definió y describió el filósofo de las ciencias, Karl R. Popper, en su libro La sociedad abierta y sus enemigos. Por eso, es doblemente sorprendente ver a algunos liberales rendir una especie de adoración a ciertas personas que ni siquiera parecen reunir los mínimos requisitos para ser merecedores de tan ignominiosas actitudes por parte de quienes los superan (o parecían superarlos) con creces.

En lo político, debemos estar muy alertas, no sea que el entusiasta intento de algunos de recrear aquel ‘’populismo liberal’’ (o Economía popular de mercado como se la denominó entonces cuasi oficialmente) que se pretendió en Argentina en los 90, tenga una virulenta reacción posterior semejante a la que se vivió en la década posterior a aquella, y cuyas consecuencias aún las estamos padeciendo. Espero que esta vez hayamos aprendido la lección y no repitamos los errores del pasado.

De todas maneras, no soy muy optimista, porque el argentino promedio no tiene visión de futuro, pretende ser un pragmático. Va a la deriva. Vive el día a día, estancando en su presente, y tampoco aprende nada del pasado, el que procura repetir una y otra vez, tropezando siempre con la misma piedra, e incluso con piedras de mayor tamaño aun. Con ese perfil, las esperanzas no son muy alentadoras.


[1] Ver nuestro libro La democracia

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