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Las contradicciones del capitalismo "de estado"

 Por Gabriel Boragina ©

 

Un crítico del "capitalismo de estado" fue Trotsky:, pero con argumentos muy diferentes a los nuestros y muy poco consistentes desde el punto de vista de un marxista ortodoxo como presumía ser. Hablando de él se nos dice:

"Sin embargo, tiene una razón más convincente: en su orden de ideas, el capitalismo estatal debe ser poseído privadamente; el Estado, como una gigantesca corporación, debe pertenecer a accionistas legitimados para vender y legar sus acciones. Si ellos no pueden vender ni sus hijos pueden heredar, el sistema no es capitalismo estatal. (Aunque estando seguro de lo que no era, Trotsky tuvo ciertos cambios de opinión acerca de lo que era. Véase asimismo A. Ruehl-Gerstel, «Trotsky in Mexico», Encounter, abril, 1982.)"[1]

Por supuesto que, ni hay "capitalismo estatal", ni lo que no existe puede ser poseído privadamente. No es cuestión de elección ni de gustos si el capital puede o debe ser poseído por el gobierno o por los particulares, toda vez que la única forma de producir capital es a través de la acción privada y empleando recursos privados. No queda pues ningún margen de duda en cuanto a quienes son los dueños del capital, los que nunca pueden ser los burócratas y funcionarios estatales, quienes sólo pueden cumplir con respecto al capital su rol de expoliadores, y que es lo que -en los hechos- han venido haciendo en el curso de la historia económica hasta hoy y, seguramente, después de hoy lo seguirán realizando.

El estado-nación (lo dijimos muchas veces) es una entelequia y no una "corporación"; ningún ciudadano posee ninguna parte de él, ni mucho menos puede adquirirla como quien compra acciones en el mercado bursátil, o frutas en la verdulería. De esta manera –y paradójicamente- Trotsky llega –por vías distintas- a la misma conclusión (o a la inversa) de quienes pensamos que el capitalismo estatal no existe ni puede hacerlo.

"Es triste ver a un marxista reducido a una tal posición. Para Trotsky deben ser la «producción de mercancías», la alienación del trabajo, su dominación por el capital y el modo de apropiación de plusvalía los que definan las «relaciones de producción», no si las acciones se venden o se heredan."[2]

Ya nos había advertido L. v. Mises (en otra obra que hemos comentado) que Trotsky era un dogmático intransigente que nunca había leído absolutamente nada que no fuera literatura marxista, por lo que no puede sorprendernos la afirmación que luce en la cita. Lo que si azora es que, dejando de lado los dogmas fundamentales del credo marxista, se detenga a sacar conclusiones partiendo de la base de si las acciones se venden o se heredan, lo que de alguna manera contradice los propios fundamentos de la fe marxista abrazada por Trotsky ya que, conforme a esa confesión marxista, en su sistema nada puede venderse ni heredarse, desde el momento que se trata de una organización donde -por definición- no existe la propiedad privada. Por ese lado parece que apunta la crítica que le hace el autor que hemos citado.

"Debe añadirse que la utilización por Lenin de la expresión «capitalismo de Estado* para designar a un sistema de empresa privada bajo estrecho control estatal no fue merecedora de mayor respeto socialista. En concreto, es difícil comprender cómo el Estado, que (pese a cierta «autonomía relativa») debe por virtud de las relaciones de producción ser controlado y dominado por la empresa privada, las controla a pesar de todo."[3]

Este párrafo parece referirse a la teoría marxista en el punto en que sostiene que el estado/gobierno es -en el sistema capitalista- “controlado" por las empresas privadas, cosa que no solamente no es cierta sino que siempre ha sido a la inversa. La cuestión es casi de sentido común, por cuanto el gobierno es el que tiene el monopolio de la fuerza legal y -por lo tanto- no hay prácticamente otro poderío paralelo que se le pueda resistir, excepto el del pueblo mismo que es, en última instancia, quien le confiere aquella fuerza, sea por acción o por omisión, electoral o de hecho.

Se puede, sin duda, sobornar a funcionarios de bajo o medio rango para obtener algunos favores burocráticos en beneficio de ciertos empresarios. Lo que no se puede nunca es hacerlo con todo el gobierno en su conjunto como deliran socialistas, izquierdistas o como gusten llamarse.

Desde el momento que, formando parte de ese poder el gobierno tiene y se reserva el monopolio de emisión monetaria, queda facultado por el mismo a emitir la cantidad de dinero que necesite para adquirir cualquier cosa, lo que incluye, por supuesto, las empresas que supuestamente lo estarían "dominando" según los desquicios marxistas. El verdadero poder reside precisamente en el del dictar las leyes necesarias que le den al gobierno todo el control necesario sobre cualquier recurso económico, expropiándolo o cercándolo en su accionar, o simplemente confiscándolo. Pocos o ninguno de los partidos políticos que se turnan en el poder pierden la oportunidad de echar mano a estas leyes, las que si no existen, sencillamente las promulgan, y si ya las hay las amplían extendiendo su alcance al máximo posible, de tal suerte que cada vez sean más los recursos privados que queden bajo su tutela.

En países como la Argentina los sucesivos gobiernos se han tomado la costumbre de hacer sancionar al Congreso las ya tristemente célebres "leyes de emergencia económica" que -en la práctica- otorgan al poder ejecutivo aquellas facultades extraordinarias que el art. 29 de la Constitución de la Nación Argentina prohíbe concedérsele bajo la pena de infames traidores a la Patria. Norma constitucional que casi ningún político (sobre todo si está en el poder) se toma en serio.

"Resulta interesante encontrar razones expresamente no-marxistas para definir al capitalismo de Estado en una línea leninista como «la simbiosis del Estado y las corporaciones» (en P. J. D. Wiles, Economic Institutions Compared, 1979, pág. 51). ¿Qué es, entonces, el capitalismo y cómo lo distinguimos del capitalismo estatal? Wiles considera que esta última expresión es «abusivamente aplicada» a la Unión Soviética porque «ciertamente tiene una ideología que la sitúa aparte del verdadero capitalismo estatal». El verdadero capitalismo estatal, que es «más o menos indiferente respecto a la propiedad», está desprovisto de ideología."[4]

Insistiremos, en este punto, que la expresión "capitalismo estatal" es auto contradictoria y -por tal motivo- hemos sugerido descartarla. No es una cuestión de ideología sino más bien una imposibilidad técnica la que impide adoptarla. No hay un capitalismo "privado" y otro "estatal", ya que la primera palabra excluye por completo la segunda.


[1] Anthony de Jasay. El Estado. La lógica del poder político. Alianza Universidad. Pág. 306/307 (nota)

[2] de Jasay, A. ibídem, Pág. 306/307 (nota)

[3] de Jasay, A. ibídem, Pág. 306/307 (nota)

[4] de Jasay, A. ibídem, Pág. 306/307 (nota)

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