Por Gabriel Boragina ©
Como
hubiéramos dicho antes[1] la historia de la
guerrilla demostró como la misma degeneró, de ser una fuerza defensiva
irregular hasta transformarse en una fuerza ofensiva (manteniendo -no obstante-
su carácter de irregular).
"Los
guerrilleros abundaron en las acciones de independencia americana: así Martín
Güemes en Argentina, José A. Páez en Venezuela, Manuel Rodríguez en Chile. Los
hubo luego en Francia ocupada ("partisans"), en los países árabes, en
Rusia, en China, en Vietnam. T. E. Lawrence, Mao y el "Che" Guevara
las practicaron y también adoctrinaron sobre las mismas, siguiendo las huellas
de Karl von Clausewitzí (On War, 3
ed., 1940), el primer teórico militar que dedicó atención a la estrategia
guerrillera."[2]
Este párrafo
hace una mezcolanza que es importante aclarar. Las guerrillas de Mao y el
"Che" Guevara no tuvieron que ver con la independencia americana, ya
que lo que Mao y Guevara pretendían eran dar golpes de estado mediante acciones
guerrilleras, que fue lo que también hizo Fidel Castro en Cuba con lamentable
éxito. Mao dio el golpe en China, pero Guevara fracasó en sus intentos de
golpes en países extranjeros. En este punto, es trascendental explicar que
cualquier guerrilla se deslegitima cuando inicia el uso de la fuerza, lo que
claramente no ha tenido que ver con países ocupados o invadidos. La historia de
la guerrilla (hasta aquí reseñada) revela que hubo una degeneración de la
misma, pasando de ser una fuerza defensiva (excusable) a ser otra ofensiva
(inexcusable). Así, por ejemplo, la guerrilla argentina en el siglo XX tuvo
dicho sesgo ideológico marxista-maoísta-guevarista y condición claramente
ofensiva, no defensiva. Ha sido el caso, particularmente del ERP (Ejército
Revolucionario del Pueblo) FAL (Fuerzas Armadas de Liberación), Montoneros
(peronistas) y otras organizaciones similares a estas.
"En la
actualidad, las guerrillas tienen un fuerte sustento ideológico, y tratan de
arraigar en el pueblo, al que ofrecen alimentos, dinero, atención médica y
distintos servicios que tienden a popularizarlas. Su organización es
severamente militar, sobre la base de células pequeñas que actúan como
compartimientos estancos, sin conexión inmediata entre sí, para evitar
delaciones o infidencias."[3]
Es de
destacar que el autor escribe su artículo en pleno auge de la guerrilla
argentina, lo que puede ser un factor de importancia a la hora de observar la notable ambigüedad de su artículo. Aunque no aclara a
cuáles guerrillas -en concreto- se está refiriendo en la cita, por lo que
también resulta forzoso aclarar que -siempre en el caso argentino- no se dio el
intento de la guerrilla de "arraigar en el pueblo" ofreciendo
"alimentos, dinero, atención médica y distintos servicios". Por el
contrario, la guerrilla argentina arremetió contra civiles y militares sin
discriminación. En cambio, su organización fue –en efecto- severamente militar.
"Las armas
de la guerrilla son, en principio, obtenidas de sus propios adversarios, a
quienes procuran despojar. Asimismo, una guerrilla organizada siempre cuenta
con posibilidades de fabricación "casera" de armamentos, explosivos y
ropas, que a veces se montan en gran escala en campamentos o
"santuarios". Tales "santuarios", que sirven para descanso,
aprovisionamiento y organización, han sido, como en el caso de las fuerzas de
Tito en Yugoeslavia, verdaderas catacumbas. La guerrilla, originariamente
rural, se ha trasladado actualmente a las ciudades; y con frecuencia utiliza
métodos sorpresivos, muy difíciles de prever, así como el sabotaje y el terror
indiscriminado; y asaltos o secuestros para obtener dinero, que siempre
necesita en cantidad."[4]
En el caso de
la guerrilla argentina de los años 70, se dieron todas estas combinaciones.
Pero, además, es menester señalar que las organizaciones guerrilleras contaron
con profusa provisión de armamento altamente sofisticado y de última generación
proveniente de países extranjeros que promovían sistemáticamente la guerrilla a
nivel internacional. Las fuentes de provisión de material bélico pesado procedían
de la entonces existente URSS (en esa época poderosa potencia militar), Libia,
al mando de Muammar El Kadafi, y -en nuestro propio continente- de Cuba con
Fidel Castro a la cabeza, entre otros países de ideología afín, que adiestraban
y alentaban el fenómeno guerrillero en el exterior. Montoneros, ERP, FAL, y
otras facciones menores por el estilo, practicaron profusamente y con
entusiasmo la metodología de secuestro, tortura y pedidos de sumas millonarias
en concepto de rescate de sus víctimas.
"Existe
además una permanente tendencia de los equipos guerrilleros a
"regularizarse", y algunos jefes árabes han recibido cierto
"status" aún por parte de las Naciones Unidas. Las fuerzas
antiguerrilleras, en cambio, pretenden siempre tratarlos como simples bandidos,
que no deben recibir, pues no practican tampoco, ninguno de los beneficios de
las leyes de guerra. Esa lucha es muy difícil, en parte porque cierto
conservadorismo de la oficialidad regular, apegada a procedimientos
tradicionales, dificulta la adopción de tácticas eficientes e imaginativas.
Asimismo, porque la lucha antiguerrillera suele causar molestias a la población
inocente, irritándola contra los elencos regulares (Peter Paret • John Shy, Guerrilla y contraguerrilla, Ed. J.
Alvarez, B». As., 1964, que incluye La
guerra de guerrillas de Ernesto Guevara)."[5]
Recordemos
que el autor en examen escribe su artículo en épocas de auge guerrillero.
Resulta de interés remarcar que aquel atribuye la dificultad de combatir la
guerrilla al hecho de que la oficialidad regular se resiste a adoptar la misma sistemática
que practicaban los guerrilleros. Se deja en claro, una vez más, que el combate
contra la guerrilla se da en un estado de guerra.
"Las
guerrillas han logrado éxitos importantes; sin embargo, adolecen de ciertas
limitaciones. En primer lugar la constante necesidad de mantener la ofensiva,
arriesgando a veces una derrota que las suprima o desprestigie; además, su
carácter "secundario", ya que normalmente sirven como elemento de
apoyo, pero por sí solas son poco aptas para tomar el poder."[6]
La guerrilla
argentina estuvo a un punto de tomar el poder, pero no depusieron las armas
voluntariamente. De alguna forma, la cita señala la inutilidad final de la
guerrilla. Los guerrilleros expertos estaban bien conscientes de aquellas
limitaciones, no obstante lo cual arremetieron cada vez con más saña. El
rechazo de la población civil víctima de sus ataques y el apoyo explícito (o
implícito) civil a las fuerzas armadas que contrarrestaron a los guerrilleros,
fueron factores determinantes que evitaron la toma del poder por parte de estos
últimos.
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