Por Gabriel Boragina ©
Todavía es posible leer análisis ingenuos sobre el gobierno argentino de LLA[1].
Básicamente, describen que la Argentina estaba harta del estatismo y se volcó masivamente a votar a este gobierno porque esperaba un cambio ''libertario''.
Nunca compartí esta forma cándida de ver las cosas. El argentino promedio jamás supo, ni lo sabe aún, qué significa ni el liberalismo, ni el libertarianismo menos todavía.
Mi manera de ver el tema siempre fue diferente. Y la he explicado ciento de veces. Políticamente, Argentina es un país populista desde la década del 40 hasta hoy. El peronismo fue el movimiento que supo dar cauce a ese populismo que tiene raíces nazifascistas y que comenzaron a introducirse en el país en la década del 30.
El populismo tiene un innegable origen militar, aunque esto suene extraño a quienes nunca se preocuparon de indagar en sus bases históricas. Pero lo cierto es que los movimientos nazifascistas europeos eran genuinamente populistas.
La forma de camino al poder era (y es) para estos conglomerados una cuestión secundaria en aquel entonces. Hoy superada esa barrera, los populismos no tienen inconveniente en acceder al poder mediante instrumentos democráticos. Es más, los legitima. Por eso, no veo contradicción entre democracia y populismo. La democracia es solo el medio y el populismo es el fin. Por lo menos en Sudamérica es asi.
En Argentina los populismos accedieron al poder ya sea por medio de elecciones democráticas, ya como golpes de estado cívico militares que eran meros instrumentos para desalojar gobiernos no populistas por otros que lo fueran. Si el signo ideológico del populismo gobernante era de izquierda o de derecha era una simple cuestión circunstancial de la época en que el ascenso al poder se daba.
El populismo requiere de una figura visible y dominante que represente un hombre (o mujer) fuerte y con mando. Un segundo componente de importancia es el de crear un enemigo (real o imaginario) con el que confrontar todo el tiempo que sea necesario para mantener el poder obtenido. Si el populista es militar o civil poco cuenta, mientras demuestre o aparente poseer dichos requisitos básicos.
Dado que los golpes militares ya han pasado de moda y son poco simpáticos, los populismos se alternan en el poder utilizando como herramienta a la democracia, que han adaptado para servir a esos fines. La democracia ha sido vaciada -de este modo- del contenido clásico que supo tener algún día, y sólo se ha transformado en un vehículo para que los partidos populistas se alternen en el poder.
El populismo peronista no ha tenido prácticamente rival en ese campo, ya que los distintos candidatos de ese mismo partido han ensayado tanto políticas de izquierda (con Perón en su tercer gobierno, y los Kirchner más tarde) como de derecha (Perón en sus dos primeros gobiernos) o de centro derecha (por caso, Menem). Sin embargo, todos ellos peronistas al fin, confesos.
En el ínterin, gobiernos no populistas duraron poco, porque fueron remplazados -más pronto que tarde- por otros populistas (de izquierda, centro, o derecha). El ejemplo más reciente, el de Macri que se negó a hacer populismo y, por dicha razón, perdió su intento de reelección frente al populismo de izquierda del dúo Fernández.
Ahora bien, bajo la etiqueta de ''libertario'' tenemos hoy a un megalómano que no es más que un populista de derecha, inculto, maleducado, contradictorio, soberbio y con muestras visibles de profundos desarreglos nerviosos e incontinencia verbal. Pero no fueron una sorpresa para el argentino estas características chabacanas e incapacidades del ahora sujeto gobernante, las conocía desde ya mucho antes de la campaña política, dada la gran, desmesurada e inusitada difusión que tuvo su imagen en todos los medios masivos del país.
Fue esta tipología (y no su pseudo discurso ''libertario'') precisamente, los motivos que determinaron su elección sobre su adversario Massa que, pese a sus formas algo más moderadas, venia de fracasar estrepitosamente durante su gestión como ministro de economía. Por lo demás, la ciudadanía consideraba agotado el ciclo de populismo de izquierda (al que pertenece Massa) y decidió abrir paso a otro de derecha.
Estas fueron la reales razones (para mi) que dieron paso al advenimiento del gobierno de LLA[2] y no a ninguna fantasiosa conversión mágica y masiva de los argentinos del estatismo (en el que fueron y siguen siendo educados) al libertarianismo.
Hubo, sin embargo (y sigue habiendo increíblemente aun) algunos liberales que se entusiasmaron con la idea de un gobierno liberal o libertario. Pero se trata de un grupo minúsculo del electorado y de la masa de la población argentina (sobre todo la del interior del país) que, o no tiene idea de que significan los vocablos (y conceptos) liberalismo y libertarianismo, o tienen una noción negativa de ellos.
De ese grupo reducido de liberales, muchos ya se sienten defraudados, y otros aún siguen creyendo en el gobierno (me reservo mi opinión acerca de si ese apoyo que le dan es genuinamente desinteresado o no).
Los únicos desengañados son, pues, los muy pocos que tienen alguna idea aproximada de qué es el liberalismo y el libertarismo, y no de aquellos que conocen a fondo ambas corrientes de pensamiento.
Los argentinos siguen siendo mayoritariamente estatistas y populistas. No hubo tal conversión ni transformación milagrosa y masiva hacia el libertarismo. Y este gobierno representa, en su propia versión, al primer grupo.
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