Por Gabriel Boragina ©
Recibo muchas críticas por criticar al gobierno. Tema al que ya me referido otras veces. Vuelvo ahora sobre el mismo porque esas críticas y los críticos arrecian.
El argumento -según el cual- ''el liberal no debe criticar a otro liberal'' entiendo que no se compatibiliza con el ideal liberal, en cuanto a ideal en sí mismo.
Me viene a la mente un excelente libro que lleva por título lo que pretendo representar. Me refiero al de Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pero hay otro libro que quizás describa y explique con más profundidad lo que quiero significar y tal vez sea el del filósofo vienes Karl R. Popper que lleva por título Conjeturas y refutaciones El desarrollo del conocimiento científico. Edición revisada y ampliada. Ediciones Paidós. Barcelona. Buenos Aires. México.
Dado que tanto la economía como la política constituyen ciencias, pienso apropiados los títulos de ambos libros para describir cual debería ser, a mi juicio, la actitud de un liberal en estos dos campos, sin excluir por supuesto el resto de las ciencias (que son precisamente el objeto de los libros citados justamente con el de otros no citados).
Por mi parte, ya he dicho que me parece contradictoria la conducta de los críticos que critican a los demás críticos solamente porque no comparten sus críticas. Es diferente criticar ideas que criticar la crítica misma. Lo primero es correcto, lo segundo decididamente no.
Es que la cualidad crítica es el ejercicio mismo de la libertad, y casi que la libertad sólo puede ejercerse a través de la crítica. Si nadie pudiera criticar a nadie, es allí claramente donde hay totalitarismo. Y dándose cuenta o sin saberlo, ese es el camino que han elegido los críticos de los críticos: el del totalitarismo que, paradójicamente, sin tampoco darse cuenta, critican.
El pensamiento único que quieren imponer esos críticos (que en realidad pretenden erigirse como censores oficiales) es la antítesis del liberalismo, al menos como yo concibo al liberalismo.
El ''liberal'' que quiere (a la fuerza o mediante subterfugios) obligar a aceptar a otros liberales su propia versión de lo que es el liberalismo, entra dentro de lo que denomino una manera autoritaria e intolerante.
Donde se acaba la crítica, donde se la prohíbe, se la inhibe, o veladamente se la amenaza, o se la rebaja, no solamente es prueba de la inconsistencia del crítico oficial, que desde una posición de poder busca obligar a obedecer ese pensamiento único: la doctrina oficial. Sino que es la más palpable prueba de que el régimen no es liberal. Menos aun cuando la censura pretende imponerse mediante la burla, el sarcasmo, la mofa cruel, o el insulto, medios todos a los que es tan afecto el actual gobernante argentino.
Signo visible que en Argentina el gobierno no es ''liberal'', ni mucho menos libertario es esa forma asumida por algunos que, alguna vez fueron o dicen seguir siendo ‘’liberales’’: la de sutil o desembozadamente, hipócrita o desfachatadamente, fuerzan al disidente a desalentar la crítica al régimen imperante, que cada día, lejos de otorgar mayores libertades, paulatinamente constriñe a la sociedad cada vez con mayúsculas restricciones, de las cuales las más preocupantes sean, quizás, las limitaciones a las palabras como vehículo para restringir la opinión de sus opositores.
La oposición, mientras busque la verdad, siempre es sana y constructiva. Porque así como dijo el Señor Jesucristo ''Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres''[1] la verdad sólo puede conocerse por descubrimiento o revelación.
Excepto que el gobierno admita (como de continuo proclama abiertamente) que está en posesión de ''la verdad'' por revelación divina, los humanos sólo podemos conocer la verdad por descubrimiento, y el descubrimiento sólo es posible cuando poseemos una conducta crítica. De la misma manera que, si no hubiéramos asumido una postura crítica a vivir de la caza y de la pesca como nuestros antepasados, nunca hubiéramos descubierto nuestra forma de vida actual. Seguiríamos viviendo en las cavernas si no hubiera habido un disconforme que construyera una choza y dejado la caverna (podemos imaginar las burlas y sarcasmos recibidos por el primero en sugerir al resto de la tribu que era mejor vivir en una choza que en la caverna).
El debate abierto y la crítica a las ideas constantemente son bienvenidos en un ambiente liberal, porque es el sano y respetuoso intercambio de ideas dispares lo que conduce hacia el progreso, como bien indica el título del primero de los libros citados. Y nunca debe perderse de vista que todo pensamiento continuamente es conjetural (tal como expresa el segundo libro referido) y que las sucesivas refutaciones van conduciendo, rápida o paulatinamente, a través de la contrastación de hipótesis diversas, hacia la verdad, en sucesión de intercambios que no tienen fin. Negarlo es antiliberal.
Por eso, los críticos de los críticos que se dicen liberales deberían reflexionar profundamente sobre los aspectos y actitudes que asumen frente a los demás y especialmente cuando se tratan de otros liberales.
[1] Evangelio según San Juan, 8:32
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