Accion Humana

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Revista Digital

El superávit fiscal

 


 Por Gabriel Boragina ©

 

El gobierno argentino ha exhibido como un ''éxito notable'' de su política económica haber llegado al superávit fiscal luego de un periodo de déficits constantes.

Si realmente fuera un ''logro'' podría decirse que sería el único desde que asumió el poder en medio de una serie de medidas intervencionistas contradictorias con el liberalismo en el nombre del cual el gobierno gusta decir que ''representa''.

Pero hay dos errores a corregir. En primer lugar, conseguir un superávit fiscal no es una medida económica que propicie el liberalismo, y el segundo es que la circunstancia por la cual el gobierno obtiene superávit posee como contrapartida un idéntico déficit por parte de los ciudadanos.

Todo parte de entender que, como explicara el brillante economista Ludwig von Mises, ''Todo dólar que posea el gobierno es un dólar menos en manos de la gente''. No importa de qué moneda se trate. Sea dólar o peso, la máxima se aplica de igual manera.

Por eso mismo que el gobierno tenga superávit será un éxito exclusivamente para el gobierno pero, al mismo tiempo, una mala noticia para el contribuyente, desde el momento que ese superávit significa un déficit para el sector privado de la economía. En su conjunto, el país no es más rico sino que se trata de un juego de suma cero : lo que gana el gobierno es exactamente lo mismo que lo que pierde el ciudadano.

Es que, otra verdad básica de la economía de mercado es que los gobiernos jamás producen nada, simplemente solo transfieren riqueza previamente producida por manos privadas.

Esas transferencias pueden ser a grupos o individuos, tanto estatales como privados. Normalmente los recurso que los gobiernos extraen de los particulares se destinan a distintas áreas del mismo gobierno. Pero muy a menudo esos traspasos se hacen desde el área privada al gobierno vía impuestos, empréstitos, o, más frecuentemente, inflación, para luego el mismo poder político volver a trasladar esos idénticos recursos a otros privados. Ejemplo de esto último son los subsidios y subvenciones, donde ''G'' (gobierno) le saca recursos a ''A'' para transferírselos a ''B''. Estas transmisiones triangulares suelen operarse bajo la consigna de la ''justicia social'' que consiste, en última instancia, en sacarles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece.

Según el signo del poder político de turno, esas concesiones, en los populismos de izquierda suelen ser dirigidas hacia los grupos pobres, (trabajadores, desocupados, carenciados, etc.) en tanto en los populismos de derecha, a la inversa, hacia los mercados de mayor poder adquisitivo (comerciantes, emprendedores, empresas, etc.). El caso argentino actual es del último tipo.

En ambos supuestos, fácil es (o debería ser, en rigor) comprender, se generan situaciones de verdadera injusticia social.

Por eso, es bastante probable que el hipotético superávit fiscal (que tampoco realmente es tal, ya que depende como se lo mida (si es de base o devengado) es asaz factible que en el esquema político actual sea dirigido hacia el campo empresarial, que es el que más aporta al sostén financiero de la estructura política en forma directa.

Asi, se crean verdaderas concentraciones de riqueza en unos conjuntos económicos en detrimento de los restantes. Bajo el gobierno actual se va perfilando una tendencia a favorecer a grupos corporativistas empresariales siguiendo dicha orientación. Todo lo cual, claro está, lejos se halla de cualquier economía liberal o libertaria.

 

MES

RECURSOS M1

IMPUESTOS

RECURSOS M2

1

100

10

90

2

80

20

60

3

50

30

20

4

10

40

-30

5

-40

50

-90

6

-100

60

-160



210



SUPERÁVIT

210



DÉFICIT

-160


El cuadro de arriba muestra un ejemplo hipotético de cómo opera el sistema que desemboca en el publicitado superávit fiscal. La primer columna muestra la cantidad de meses considerada. La segunda, los recursos disponibles en el renglón privado de la economía en el momento 1. La tercera columna bajo la denominación genérica de ''impuestos'' engloba todas las formas que el gobierno tiene de despojar a los gobernados, de esos recursos. En tanto que la cuarta y última columna, pretende mostrar el resultado de restar a los recursos del momento inicial (M1) la expoliación efectuada por el estado.

Efectuando las distintas operaciones, se visualiza cómo al final del periodo hipotético considerado (6 meses en el caso) mientras el gobierno obtuvo un superávit de 210 (que pueden ser miles, millones, o billones de pesos) la parte privada de la economía (es decir, los gobernados) tiene, en razón de ese superávit gubernamental, un déficit de -160 (miles, millones, o billones de pesos).

Como se observa, dado este esquema, los únicos que tienen motivo de alborozo son los capitostes que dirigen la economía, es decir los gobernantes.

La ignorancia económica hace que muchos seguidores del actual gobierno se alegren del superávit, al mismo tiempo que ignoran que esa meta fue posible gracias a recursos que ellos u otros ya no poseen.

Aquí debemos recordar nuevamente la célebre máxima del profesor Ludwig von Mises: ''Todo dólar que gaste el gobierno es un dólar menos disponible para que gaste la gente''. Esto es consecuencia natural de razonar que, lo que gasta A no lo puede gastar B, donde A es el gobierno y B el contribuyente.

Algo tan simple de entender como que, lo que gasta Juan no lo puede gastar Pedro es simplemente imposible de percibir para los desaforados fanáticos del actual poder político.

Las recientes declaraciones del ministro de economía Caputo en cuanto a que solamente se iba a liberar el fragmento importador de la industria automotriz que (según sus propias palabras) sólo representa el 10% del sector industrial argentino revelan la intención de mantener protegido el 90% restante, lo que da clara evidencia de la ideología proteccionista que, en realidad, defiende este gobierno.

Ante estas afirmaciones, no cuesta deducir que el producido de ese superávit supuesto pregonado por el gobierno, de existir, tendría como destino final ese 90% favorecido por el gobierno, con lo cual las tendencias corporativistas del poder ejecutivo quedan al descubierto en toda su magnitud.

Queda claro entonces que, bajo esta política los únicos beneficiados son el propio gobierno y su grupo de empresarios favoritos, entre los cuales se encuentra el gran empresario que diera el espaldarazo al actual titular del ejecutivo como su principal sponsor y promotor.

 

 

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