Por
Gabriel Boragina ©
¿Realmente se puede dejar librada la
economía a las fuerzas desatadas por el libre mercado? Una sociedad donde
imperara el mas irrestricto laissez faire,
¿no terminaría aniquilándose a sí misma en medio de una espantosa anarquía que
condujera todo irremediablemente hacia el más completo caos? Estas, y otras por
el estilo, son las cuestiones que se plantean muchas personas, probablemente la
mayoría de ellas, en torno al sempiterno debate existente entre mercado libre o controlado. O, en términos extremos, mercado/antimercado. Tales inquietudes suponen, cuando se las formula
por parte de gente poseedora de buena fe, no otra cosa que fuertes indicios de ignorancia
económica respecto del verdadero significado de la alocución "libre
mercado". En rigor, el formidable maestro austriaco Ludwig von Mises
consideraba una redundancia aludir a la expresión "libre mercado":
"El único sistema económico social que
puede y, efectivamente, en la práctica, ha funcionado es el del mercado. El
socialismo resulta impracticable porque no puede calcular. El dirigismo provoca
situaciones, incluso desde el propio punto de vista del intervencionista,
peores que aquellas que la mecánica del mercado libre impondría, realidades
que, mediante la actuación coactiva, se pretendía remediar y, además, el
sistema se autodestruye al pretender ampliarlo más allá de muy estrechos
límites. Forzoso resulta, por ello, concluir que la economía de mercado
constituye el único orden que permite mantener e intensificar la social
división del trabajo. Quienquiera rehúya la desintegración social y la
reaparición del primitivismo más bárbaro ha de cobrar positivo interés en la
pervivencia de la economía libre."[1]
Hoy, sin embargo, tenemos que continuar
aclarando que, cuando nos referimos al mercado estamos aludiendo al mercado libre o libre mercado, porque tal nociva predica
socialista-intervencionista tan difundida por todo el orbe, ha dotado a la
palabra mercado de una connotación
cuasi-peyorativa, y en la mayoría de los individuos, se da por sentado que el
mercado debe estar intervenido por parte de los gobiernos, al punto tal que, en
muchos se da por sobreentendido que cuando alguien habla del mercado lo está haciendo en relación a
un mercado donde el gobierno tiene una participación activa o muy vigorosa, y
no conciben que bajo el rótulo mercado
alguien pueda estarse refiriendo a un mecanismo de intercambio de valores entre
los hombres libres por completo de cualquier injerencia estatal.
"Paz y nacionalismo económico son
conceptos incompatibles y contradictorios. Lo que pasa es que el estado que
pretende intervenir la mecánica del mercado no tiene más remedio que recurrir
al nacionalismo económico. El dirigismo exige la implantación de medidas
proteccionistas. Pues el comercio libre, según es notorio, haría inalcanzables
los objetivos que el intervencionista pretende conseguir."[2]
Nacionalismo y proteccionismo no son
sino más que dos caras de la misma moneda. No se puede ser nacionalista sin ser
proteccionista y viceversa. No hay escapatoria a este dilema. Ni los gradualismos siquiera cambian esta
realidad. Y la paz que se quiebra
mediante su adopción, es tanto la interna como la externa. Interna, por cuanto
cualquier medida nacional-proteccionista
conlleva ínsito el consiguiente dirigismo
gubernamental que, al romper la voluntad libre de los sujetos que buscan
contratar de acuerdo a sus particulares preferencias (y no a las del burócrata
de turno), ven infringida su paz al violentarse lo que -de otro modo- hubieran
sido sus decisiones libres, pacificas y
voluntarias. En el plazo más largo, la persistencia de políticas dirigistas-nacionalistas termina
esfumando la paz externa, ya que somete a los países a tensiones comerciales
que finalizan repercutiendo en las relaciones internacionales de modo muy
negativo.
"Hacia fin
de la década de 1980 y principios de la de 1990, fuimos testigos de la
implementación masiva de reformas de mercado, un acontecimiento por el cual el
FMI toma el crédito. Sin embargo, estas reformas fueron resultado de una
necesidad económica nacida del colapso de la planificación central. Como lo
señala el economista Deepak Lal, “simplemente no es creíble que la
condicionalidad de los ajustes estructurales, los programas estabilizadores y
el dinero que los acompañaba, fueran las razones por las que los países con
crisis de deuda (y otros) se hayan volcado, desde la planificación al mercado
[...] La liberalización económica que ocurrió se debe a una profunda crisis de
gobernabilidad que fue engendrada por el dirigismo del pasado”.[3]
Con todo,
hay que señalar que la liberalización
en comentario no duró demasiado tiempo, y tampoco durante su vigencia tuvo la profundización
deseada y necesaria como para mostrar todos sus frutos. No obstante, fuerza es
reconocer que, en comparación con el período anterior de marcadísima
intervención y dirigismo económico, la dinámica de los mercados, durante el
período indicado por el autor citado, fue por cierto muy importante. Y,
lamentablemente, no fue perseverante en el tiempo, volviéndose -a poco de andar-
nuevamente a los manejos dirigistas que caracterizaron -sobre todo en América latina-
al populismo que la región adoptó casi uniformemente a comienzos del siglo XXI.
Verdaderamente, fue una broma de mal gusto que el FMI se adjudicara el "movimiento
hacia" el mercado (entendido aquí tal como L. v. Mises lo concebía, es
decir, como libre sin más
adjetivaciones). La alternativa que plantea el autor es "mercado vs. planificación",
que es otra forma de enunciar la misma idea contenida en la fórmula "mercado
libre vs mercado intervenido". Desafortunadamente, como indicamos, esas "reformas
pro-mercado" no fueron consistentes, ni en volumen, ni en duración y tampoco,
imperioso es admitirlo, en lo que a su implementación atañe. Estos factores
marcaron el desencanto de buena parte de la población respecto de las mismas, y
generaron un clima general por el retorno hacia las malas "estrategias"
dirigistas, las que fueron el origen de los males que con ellas mismas se buscan
remediar sin éxito.
[1]
Ludwig von Mises, La
acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición. Pág.
990/1
[2]
L. v. Mises La
acción humana ...ob. cit. Pág. 996
[3]
Ian
Vásquez. "Reparación de la relación acreedor-deudor en el mercado
financiero internacional" en Daniel Artana y James A. Dorn. Compiladores. Crisis financieras internacionales:
¿qué rol le corresponde al gobierno? - 1ª. ed. – Buenos Aires: Fundación de
Investigaciones Económicas Latinoamericanas, 2004. Pág. 127
No hay comentarios.:
Publicar un comentario