Por Gabriel Boragina
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Como ya dijéramos en otras ocasiones, la expresión
"capitalismo de estado" se hecho más frecuente que la de socialismo, según L. v. Mises con el
objetivo deliberado de encubrir a este último sistema y, con ello, simular sus
notorios defectos. Pero, en esencia, no hay que llamarse a engaño y creer que
el "capitalismo de estado" sería algo diferente al socialismo, aunque
no faltan autores que hacen ciertas distinciones y que acercan más la fórmula "capitalismo
de estado" a lo que L. v. Mises ha denominado intervencionismo. No
obstante -y desde nuestro propio punto de vista- hemos de coincidir con el
maestro austriaco en cuanto a que lo que se describe como tal no es ninguna
otra cosa que un nombre un poco más "elaborado" para renombrar a lo
que siempre se ha conocido como socialismo
liso y llano.
"En el capitalismo
de Estado más inexorablemente que en sistemas sociales más abiertos, una cosa
lleva a la otra, y cuando se elimina una inconsecuencia, aparecen otras que a
su vez reclaman su eliminación. La sección final y futurista de este libro («En
la plantación») versa sobre la lógica de un Estado que posee todo el capital,
necesitando poseer también a sus trabajadores. Los mercados de trabajo y
bienes, la soberanía del consumidor, el dinero, los empleados-ciudadanos que
votan con los pies son elementos extraños que estorban a algunos objetivos del
capitalismo de Estado. En la medida en que se relacionan con él, el sistema
social llega a incorporar algunas características del viejo Sur paternalista."[1]
Por otra parte, si se aceptara la existencia de un "capitalismo
de estado", ello nos llevaría forzosamente a la necesidad de distinguirlo
de un capitalismo privado, con lo
cual se crearía una categoría que -a renglón seguido- daría lugar a otras y así
sucesivamente. Ya hemos dado en varias partes razones que creemos suficientes
como para estar convencidos que recurrir al neologismo capitalismo privado no consiste en otra cosa más que en una redundancia,
que no hace más que generar confusión y la necesidad de entrar en recurrentes aclaraciones
respecto de qué se está hablando cuando se lo hace naturalmente del
capitalismo. Hemos sido pertinaces en cuanto a que si queremos tener en claro
qué es el capitalismo debemos separarlo necesariamente de toda connotación
estatal. El capitalismo es un sistema económico que, como tal, no puede funcionar
adecuadamente si el estado-nación lo interfiere y –lógicamente- si termina
anulándolo.
"El pueblo tiene
que convertirse en esclavos mobiliarios en aspectos relevantes. No poseen, sino
que deben su trabajo. No hay «desempleo», los bienes públicos son relativamente
muy abundantes, y los «bienes de mérito» como alimentación sana o discos de
Bach, baratos, mientras que los salarios son poco más que calderilla según los niveles
medios del mundo exterior. El pueblo tiene su ración de vivienda y transporte público,
atención sanitaria, educación, cultura y seguridad en especie, en vez de
recibir cupones (de dinero, ni hablar) y la correspondiente responsabilidad de
elección. Sus gustos y temperamentos se modifican de acuerdo con esto (aunque
no todos se convierten en adictos; algunos pueden volverse alérgicos). El
Estado habrá maximizado su poder discrecional antes de que finalmente descubra
que se encuentra ante un nuevo apuro."[2]
La descripción anterior de lo que sería un "capitalismo de
estado" recuerda más bien al tristemente célebre "estado de bienestar"
o "benefactor". Y efectivamente, bastante poca es la diferencia que aparta
a este tipo de "estados" del estado
socialista como siempre se lo ha conocido y tanto se lo ha estudiado. Pero
nos parece suficientemente descriptivo el párrafo cuyo resumen se encuentra
perfectamente sintetizado en la primera oración del mismo, cuando el autor dice
muy claramente que en el "capitalismo de estado" "El pueblo tiene que convertirse en esclavos
mobiliarios en aspectos relevantes". Llámesele como se le quiera llamar, "capitalismo
de estado" o socialismo, o los sistemas intermedios que conducen hacia
este último como el intervencionismo del
que participan el "estado benefactor" o "de bienestar",
todos ellos que, en realidad no son más que uno –al fin de cuentas- conducen a
la pérdida de toda libertad, y con ella se anula la acción y la motivación del
ser humano. Principalmente, se elimina todo incentivo a progresar, porque se
diluye el sentido de la responsabilidad personal.
"Volvamos a la idea de una
sociedad donde los individuos tienen un título sobre su propiedad y sus
cualidades personales (capacidad de esfuerzo, talentos) y son libres de
venderse o alquilarse en condiciones voluntariamente acordadas. La producción y
la distribución en tal sociedad estarán simultáneamente determinadas,
aproximadamente, por el título y por el contrato, mientras que sus acuerdos
políticos estarán al menos estrechamente limitados (aunque no completamente
determinados) por la libertad de contratar. Sólo el Estado capitalista, con los
fines metapolíticos que le atribuimos para conservarse en su sitio, puede
sentirse cómodo dentro de tales límites. El Estado adversario, cuyos fines
compiten con los de sus ciudadanos y que confía en el consenso para ganar y
conservar poder, debe proceder a echarlos abajo. En el caso extremo,
sustancialmente puede abolir el título de propiedad y la libertad de contratar.
La manifestación sistemática de este extremo es el capitalismo de Estado."[3]
Aunque nosotros insistimos en aislar (y mantener alejadas) las
esferas que corresponden al capitalismo por un lado, y al "estado"
por el otro, podemos comprender perfectamente la idea que nos describe el autor
en la cita que antecede. Según su nomenclatura, lo que él llama "Estado
capitalista" puede garantizar la existencia de lo que simplemente vamos a
rotular como derechos de propiedad
comprendiendo en esta última locución tanto la posibilidad de poseer a nombre
propio bienes materiales como la de disponer de su propia fuerza de trabajo. El
criterio de distinción que parece esbozar el autor, consiste en que el
"estado capitalista" reconoce límites que le impiden competir con los
fines de los ciudadanos que operan bajo su órbita. Al aludir al caso extremo,
lo que denomina "estado adversario" no es otra cosa que el
"capitalismo de estado" o -lisa y llanamente- según nuestro propio léxico,
el estado socialista.
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