Por Gabriel Boragina ©
No son pocos los que, desde diferentes
espacios (periodísticos, universitarios, etc.), buscan apoyar sus argumentos en
series estadísticas que, normalmente, impactan al lego en las cuestiones de que
se tratan. A veces, los números impresionan a los menos informados (y formados)
por la aparente seriedad que las matemáticas mueven en la mayoría de las
personas, ya que los números dan la impresión de estricta exactitud y
precisión, y todo aquel argumento -o aun mera declamación o exclamación- que es
seguido o antecedido por alguna cifra despierta en quien la escucha o lee un
atisbo de convicción.
"En
general, en los medios de comunicación lo más frecuente es la exhibición de una
carga inusitada de series estadísticas al efecto de defender una u otra
política. Es extenuante y exasperante sin que se ponga de manifiesto
prácticamente ningún razonamiento de fondo ni fundamento alguno, excepto en algunos
círculos de izquierda con lo que provocan un corrimiento significativo en el
eje del debate y as í logran que, en gran medida, se adopten las políticas a
las que adhieren." [1]
La recopilación de datos -en una dirección
o en otra- carece por si misma de sentido si no se expone cómo se ha construido
la serie estadística, cuáles criterios sirvieron de orientación para su
selección, y si no se indican los objetivos de la misma, ni se explican las
variables ponderadas, las excluidas y las razones pertinentes para adoptar uno
u otro criterio para dirigirse en esa alineación. Pero -por otra parte- es de
importancia también tener en cuenta los diferentes períodos contenidos, los cuales
deberían ser sometidos a la misma prueba de idoneidad. Pero aun cuando se cumplieran
con todas las minuciosas exigencias de rigor para la edificación de la
estadística, siempre -y en virtud de la falibilidad humana- hay que tener
presente que no hay persona ni grupos de ellas que puedan abarcar todos los
múltiples factores humanos, por lo cual la estadística –cualquiera que ella
fuere, y aun en el caso de las consideradas las mejores- siempre tendrá una
cuota de error, que será mayor o menor dependiendo, nuevamente, de hechos que
de ninguna manera son captables ni medibles.
"Dejando
de lado las fraudulentas o las que pretenden demostrar puntos en base a ratios
mal concebidos (por ejemplo, la relación déficit-producto como si el
crecimiento del producto justificara un desequilibrio presupuestario mayor) o
comparaciones improcedentes (como el denominado deterioro de los términos de
intercambio sin tomar en cuenta que en la serie se compara el valor del trigo
con el de los tractores sin contemplar que estos últimos cambian de modelo por
lo que permiten rendimientos de trigo mayores, además de que esas comparaciones
no prueban nada ya que, por ejemplo, la relación de intercambio de los
automotores con la cebada fue desfavorable para el primer rubro desde su invento
y, sin embargo, los balances de las empresas automotrices revelaron notables
mejoras). La sola mención de estadísticas no logra objetivo alguno como no sea
una efímera impresión que en realidad no conduce a nada relevante."[2]
En suma, la estadística no prueba nada, ni
nada en rigor puede demostrarse con ella, excepto en forma parcial y
temporaria. En el siguiente periodo comprendido, la serie estadística -que pudo
haber sido "verdadera" en el periodo anterior-, pudo haber perdido -en
el siguiente- cualquier clase de "valor", o todo su "valor".
Como bien declara Ludwig von Mises, la que se da en llamar economía estadística no es en realidad ninguna otra cosa que simple
historia económica. Sus datos podrán
revistar, quizás, algún interés como dato histórico, aun cuando se trate de
ayer mismo siquiera, pero no mucho más que eso. Ni por lo menos podrá preconizarse
como tendencia, ya que las
denominadas tendencias dependen, a su
vez, de un sinnúmero de elementos menores que no siempre variarán en el mismo
sentido cuando reflexionamos sobre la conducta humana, ya que esta acción está
influida por innúmeras motivaciones subjetivas que, asimismo, sólo pueden ser
conocidas por el sujeto actuante, y -a veces- ni aun pueden ser anticipadas por
este.
"Desde
el locuaz y prepotente Nicolás Maduro en adelante, todos los gobernantes se
empeñan en cubrir sus agujeros negros con una regadera de estadísticas. No son
pocos los que entran por la variante respondiendo con otras estadísticas, pero,
en última instancia, para demostrar las ventajas o desventajas de un sistema se
hace necesario argumentar y desarrollar silogismos consistentes. Básicamente,
eliminar la barrera mental de que es posible que el aparato estatal planifique
lo que no se conoce de antemano, como la innovación que es la esencia del
progreso y todos los millones de arreglos contractuales que sólo se ponen en
evidencia en el momento de actuar (“preferencia revelada” decimos los
economistas), por lo que los datos no están disponibles ex ante. "[3]
Indudablemente, hay estadísticas que fundadas
debidamente son reveladoras en cuanto a efectos causales de diferentes teorías aplicadas.
La estadística puede corroborar los efectos de tal o cual teoría. Lo que es
imposible es pretender montar teorías en base a series estadísticas. Esto
implica tanto como pretender poner el carruaje delante del caballo y pretender
que aquel tire de este. La estadística no revela las relaciones causales sino
que es el revés: son estas las que explican aquella. Esto implica que la
estadística es valiosa siempre y cuando cumpla con todas las condiciones dadas
antes, o con la mayor parte de ellas, y que sea sincera en cuanto a lo que involucra
y omite. A mayor cantidad de variables incluidas, mayor será la exactitud de lo
que se pretende medir, sin perder de vista la volatilidad de la acción
humana, por lo que una serie estadística no tendrá el mismo valor en
ciencias naturales que en las sociales, dado que su valor predictivo será mayor
en las primeras que en las segundas. El peso relativo de cada variable también
es otro componente a evaluar. No sólo cuenta la cantidad de variables que
pretende comprender la estadística, sino que el peso relativo de cada una es
tan o quizás más importante que la cantidad de aquellas.
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