Por Gabriel
Boragina ©
"Las teorías
científicas pueden ser verificadas por sus consecuencias prácticas. El hombre
de ciencia es responsable, en su propia esfera, de lo que dice; lo podemos
juzgar por sus obras y distinguirlo, así, de los falsos profetas." Uno de
los pocos pensadores que han sabido valorar este aspecto de la ciencia es el
filósofo cristiano J. Macmurray (con cuyas opiniones acerca de la profecía
histórica estoy en profundo desacuerdo, como se verá en el próximo capítulo):"La
ciencia misma -expresa-, emplea en sus propios campos específicos de
investigación un método de comprensión que restaura la rota integración de
teoría y práctica». Esta es, a mi juicio, la razón de que la ciencia constituya
una ofensa a los ojos del misticismo, que elude la práctica creando mitos en su
lugar"[1]
Existen en el campo de la economía –desafortunadamente
como en el de otras ciencias- "teorías" que no pasan de ser meros mitos. Un mito puede definirse
brevemente, como no otra cosa que una teoría impracticable. Resulta claro que
este último tipo de "teorías" no son científicas, ni siquiera por
aproximación. Sin embargo, sorprenderá constatar que son las que gozan de mayor
popularidad en el ámbito científico. La economía pareciera ser –en el curso de
las épocas- una ciencia particularmente propicia para la recepción de lo que
podríamos llamar "mitología económica" que se hace pasar por
"teoría económica". Curiosamente, resulta más atractivo a la psique humana (quizás por alguna cuota
de misterio) la preferencia por el mito a la teoría científica (también
podríamos llamar al mito "teoría" a-científica), y los problemas
comienzan a aparecer recién cuando, de la contrastación entre la pseudo-teoría
y la realidad, esta no concuerda con aquella. Como anticipamos, ello sucede
–por desgracia- en casi todas las ciencias, pero en la economía parece haberse
dado (y seguirse dando) con mucha más frecuencia que en las demás. En nuestra
labor universitaria, lo dicho se comprueba a diario. El principal trabajo que
tenemos como docentes es desterrar de la mente de los alumnos los grandes y
pequeños mitos que lamentablemente otros profesores y maestros han radicado en
el pensamiento de los estudiantes. También, si bien en otro sentido, compleja
resulta la tarea en aquellas personas que normalmente no tienen contacto con la
actividad académica, y su fuente de información (y hasta de
"formación") son los medios masivos de comunicación, a través de los cuales
los mitos se propagan casi a la velocidad de la luz. Curiosamente, los más
permeables a las buenas teorías, son los que menos teorías previas tienen en
sus cabezas.
Ciertas teorías, en apariencia "ajenas" al
campo de la economía, revisten no obstante, crucial importancia para nuestra
ciencia. Esto es porque la economía, pese a poseer leyes propias por las cuales
se rige, no deja de ser parte de la praxeología como ya hemos visto. Esta
última –recordemos- estudia la acción humana como tal, y esta acción nunca es
indeliberada, sino motivada por una, algunas o muchas teorías. Estas teorías
pueden ser falsas o verdaderas, lo que resultará en definitiva –como
explicamos- de su contrastación con los hechos. Si los hechos ocurren tal y
como la teoría lo ha anticipado, esta quedará corroborada y, en caso contrario,
refutada. No obstante, la falacia antes analizada (que "buenas"
teorías podrían no verse corroboradas por la realidad) ha llevado a que la
humanidad incurriera en graves yerros, confundiendo efectos con causas y
viceversa. Y que ese error persista a lo largo de las centurias. Un ejemplo de
lo dicho viene dado por la teoría platónica de la justicia:
"Al parecer,
es necesario experimentar primero la conmoción de comprobar la identidad entre
la teoría platónica de la justicia y la teoría y práctica del totalitarismo
moderno para poder comprender lo urgente que se torna la interpretación de
esos problemas"[2]
A la luz de lo que venimos exponiendo, la mención de
"teoría y práctica" -así como está formulada en la cita precedente-
resultaría redundante (quizás por inadvertencia ocasional del autor citado, o
bien en caso contrario, como énfasis para resaltar la identidad entre
"teoría y práctica"). Pero el párrafo, no deja de ser ilustrativo en
cuanto a la génesis de la teoría totalitaria que -según el filósofo en
comentario- encuentra su origen en la teoría platónica de la justicia, algo que
puede sonar bastante paradójico a los oídos actuales. El caso refleja pues la
existencia de una teoría de remota data, detrás de un fenómeno usualmente
criticable y criticado, como es el totalitarismo (que afecta, resulta
redundante casi señalarlo, las consecuencias prácticas de nuestra ciencia). La
paradoja consiste precisamente en el cómo una teoría sobre la "justicia",
tal la platónica, conduce a la teoría y práctica del totalitarismo. Es decir,
quien siguiendo esta teoría pretenda llegar a un resultado de
"justicia" se va a terminar encontrando con algo por completo
diferente (el totalitarismo), no importa, desde luego, como se le llame a la
teoría, lo relevante son sus consecuencias prácticas. Algo similar ocurre en
otros campos del saber:
"No
vacilaremos en decir al respecto que Platón corrompió y confundió por completo
la teoría y práctica de la educación, al vincularlas con su teoría del
liderazgo. El daño causado es aún mayor, si cabe, que el infligido a la ética
por la identificación del colectivismo con el altruismo y a la teoría política
por la adopción del principio de la soberanía."[3]
En todos los casos, se habla de la
"interpretación" de la realidad a la luz de teorías equivocadas. En
lugar de desechar la falsa teoría, se intenta, por todos los medios posibles,
de encajar una realidad disímil dentro de una teoría quimérica. Esto último es
lo ocurre a diario con la economía. En este caso, para el analista, los hechos
se tornan inexplicables, hasta que no abandona la teoría errónea y adopta la
correcta.
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