Por
Gabriel Boragina ©
Cuando buscamos en el
diccionario la palabra regulación nos
remite a otro vocablo que es regular,
y que -a su vez- es definido del siguiente modo:
regular1
Del lat. tardío regulāre
'determinar las reglas o normas'.
1. tr. Medir, ajustar
o computar algo por comparación o deducción.
2. tr. Ajustar,
reglar o poner en orden algo. Regular el tráfico.
3. tr. Ajustar el
funcionamiento de un sistema a determinados fines.
4. tr. Determinar las
reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo.
5. tr. Econ. reajustar (‖ aumentar o disminuir
coyunturalmente). Regular las tarifas, los gastos, la plantilla de
empleados.[1]
Examinadas las
connotaciones dadas por la definición, se denota la idea de control como subyacente a todas ellas.
En lo que nos
interesa -y desde posiciones estatistas o intervencionistas- se nos dice que
"no es posible" dejar al mercado funcionando en libertad, sino que
debe ser regulado ya que, de lo contrario, abandonando en completa libertad a
las "fuerzas" del mercado- la situación se convertiría en
"caótica" y se producirían "injusticias". Muchos,
directamente, identifican al mercado con la anarquía, sin más.
En primer lugar,
debería aclarárseles que no existe "El" mercado, sino que lo que se
observa en la realidad son varios mercados diferentes.
En segundo término,
habría que hacérseles notar que la palabra "mercado" sirve
simplemente para significar un proceso impulsado y desarrollado por miles de
millones de personas que, voluntaria y libremente, deciden intercambiar valores
sobre determinados bienes. Estos valores surgen todos del derecho de propiedad
que tales agentes poseen en relación a diferentes bienes y servicios. Pueden
decirse diversas cosas más sobre el mercado (y ya lo hemos hecho en sinnúmero de
otras partes) pero a nuestros fines actuales bastará lo mencionado.
Em tercer término, es
improcedente hablar de "fuerzas" del mercado, como si se tratara de
un ejército de ocupación. Esta connotación violenta que se le quiere dar no concuerda
con la realidad vital, en la que el mercado no ejerce violencia sobre nadie, ya
que no consiste en una entidad física en sí misma y, menos aún, puede hablarse
de aquel como si se tratara de cuerpo armado.
En cuarto lugar,
también se observa que el mercado no es un caos sino un orden. Lo propio
entonces es aludir al orden de mercado.
Lo que en realidad
estos estatistas están queriendo significar es que tales mercados deben ser
regulados por ellos, porque entienden a los mercados como "fuerzas
caóticas" impersonales que actúan ciegamente y movidos por impulsos
semejantes a los de un organismo vivo dotado de propulsiones e instintos a similitud
de los de un animal salvaje que debe ser domesticado o encerrado en una jaula
en razón de su salvajismo.
Esta caricatura
absurda del mercado está más extendida de lo que podría suponerse, e
inexplicablemente aceptada entre buena parte del vulgo.
Al dotar al mercado
de una existencia ideal o entelequia se pierde de vista su humanidad intrínseca
en el sentido de conformar nada más que una etiqueta para resumir el actuar de
millones de personas que persiguiendo sus propios intereses y sin proponérselo
mejoran la fortuna del prójimo, más cumplidamente que si lo hubieran querido
hacer, como ya lo enseñó el formidable Adam Smith en 1776.
Se suele, entonces,
decir "regulación" como sinónimo de "control". En materia
de precios, decimos "precios regulados" como sinónimo de
"precios controlados". Ergo, "precios regulados" son la
antítesis de "precios reales de mercado". Lo que implica que no es
posible conocer los precios reales de mercado a través de sus precios
regulados. Si el precio de mercado es -por ejemplo- de 10 y el estado fija un
precio regulado de 5, el precio real de mercado sigue siendo 10 y no 5 (el
regulado por el gobierno).
Si el precio es
libre, siempre estará reflejando el costo de prestación del servicio o del bien
en cuestión, cosa que no se logra si el precio es regulado (controlado)
estatalmente.
Pero estos
razonamientos son extensibles a todos los mercados habidos y por haber. El
mercado tiene sus propios mecanismos regulatorios. Por eso, no es incorrecto
hablar de la regulación del mercado por un lado y la regulación del gobierno
por el otro. En el primer caso aludimos a un concepto económico, en tanto que
en el segundo lo hacemos a otro de naturaleza jurídica. La diferencia de fondo
es que el mecanismo natural de regulación del mercado se compone de millones de
acuerdos particulares donde las partes contratantes fijan las condiciones de
sus transacciones y establecen las cláusulas necesarias para que las mismas se
lleven a cabo, y se cumplan todos los términos del contrato, sin necesidad de
que ningún agente externo interfiera o dirija la operación. Esto diferencia el
mercado de los procesos políticos, donde las regulaciones son de otra complexión,
y las fija un tercero ajeno a las partes y la mayoría de las veces sin
conocimiento directo de las misma. Es la regulación jurídica que implica una
injerencia externa al mecanismo de mercado.
Los estatistas e
intervencionistas pierden de vista el aspecto humano del mercado, o le dan la
significación que ellos prefieren darle, y que les sirve para su verdadero
objetivo que es controlar la propiedad ajena ya que, en suma, regular al
mercado es controlar esas miles o millones de propiedades que en el mismo se
trasfieren de unas manos a otras.
En los sistemas
socialistas o comunistas, esas propiedades se excluyen de la órbita privada y
se trasfieren directamente y de jure
a las manos de los burócratas que conforman el gobierno. En los fascistas y
nazis sucede de la misma manera, pero de
facto, en tanto de jure la
propiedad en apariencia sigue en cabeza de su titular privado.
En sistemas más
edulcorados (socialdemocracias) parte de esas transferencias entre derechos de
propiedad transados entre particulares van a parar a las manos de esos mismos burócratas,
pero en menor o mayor cuantía. En estos, hay una propiedad privada de jure como en los nazifascistas, pero de facto existe lo que puede definirse
como una propiedad mixta entre el
particular y el gobierno.
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