Por Gabriel
Boragina ©
"La economía
argentina experimentó una profunda crisis durante 2001 y 2002. La pobreza se
extendió a uno de cada tres hogares en los suburbios de Buenos Aires, y el
abandono de la convertibilidad, junto con la crisis financiera y el default
(default de la deuda pública), minaron la confianza del inversor, tanto local
como extranjero." [1]
Por supuesto, en toda crisis no hay un único factor
determinante que le de origen. Siempre existe una confluencia de elementos que,
combinados o por sí mismos, influyen en efectos desencadenantes que terminen colapsando
un sistema económico. Este también ha sido el caso de la crisis que nos encontramos
analizando en este momento. La consecuencia inmediata de la crisis es el descenso
de los ingresos y salarios en términos reales y -por ende- el inevitable incremento
de los niveles de pobreza.
"Causas de la
crisis. Creemos que la crisis se debió a cuatro causas principales: 1) política
fiscal inapropiada; 2) rigideces salariales y de precios incompatibles con un
régimen de cambio fijo; 3) un shock externo desfavorable de considerable
importancia, y 4) agitación política."[2]
Es difícil determinar el orden causal de estas fuentes,
pero podemos estar de acuerdo que el dado fue el efectivamente desencadenante
de la hecatombe económica del periodo. Ya hemos expuesto en otra oportunidad
nuestro convencimiento de que las convulsiones políticas son resultado –mediato
o inmediato- de los desmanejos económicos, cuando estos tienen una notable
duración y persistencia. Pensamos que en el tema en estudio también sucedió lo mismo.
"Dos niveles
de incompatibilidad fiscal. Por un lado, el aumento del gasto público calculado
en dólares estadounidenses excedió el crecimiento del PBI, corregido por los
precios de bienes exportables. Por otro, el superávit fiscal primario
provincial y federal no creció a la par del alza repentina de la carga
financiera ligada a la deuda creciente y a la reducción gradual de los bonos a
tasas preferenciales (bonos Brady y otros emitidos para cancelar los pasivos
gubernamentales con los jubilados y contratistas estatales), que fueron
reemplazados a su vez por letras a tasas de interés de mercado."[3]
Como en tantas otras ocasiones, el gasto público
excesivo encabeza la lista de orígenes causales. La tendencia a elevar el gasto
por encima de las posibilidades reales financieras del país ha sido una
constante en la historia política económica argentina, y que se prolonga hasta
nuestros días. Pero, no se debe caer en el error de creer que una "buena"
política económica sería aquella en donde el gasto público fuera inferior o
igual al incremento del PBI. La meta no correspondería ser atar el volumen del
gasto estatal a una medida relativa al PBI. La sana economía exige que el gasto
este previamente limitado por la respectiva ley presupuestaria, la que –a su
turno- conviene ser austera, y contemplar sólo aquellos gastos mínimos
necesarios para que el gobierno sustente sus prestaciones básicas. En otras
palabras, delimitar el tamaño del estado-nación a través de una ley de presupuesto
de contenidos módicos.
"El impacto y
la presión sobre la convertibilidad causados por shocks reales llevó a muchos
analistas a cuestionar la naturaleza fiscal de la crisis.1 En
nuestra
opinión, esa duda surge de una observación incompleta de los datos argentinos y
conduce a una mala interpretación de la relación de causalidad entre el gasto
público y el tipo de cambio real."[4]
Dado que muchos economistas -especialmente aquellos
de extracción keynesiana- siempre se han inclinado a minimizar los problemas
ocasionados por el flanco fiscal –partidarios como han sido (y siguen siendo)
de políticas económicas expansivas- no es de extrañar lo que apuntan los autores
en comentario respecto del cuestionamiento al origen fiscal de la crisis. Esto
da pie a que muchos políticos que acompañan o tienen como sostén intelectual de
sus acciones a dicho tipo de economistas, frecuentemente atribuyan sus desaciertos
económicos no a sus propias políticas, sino que busquen culpables externos. En
este marco, el famoso contexto internacional siempre les ha servido de una
excusa perfecta.
"La primera
dimensión del problema atañe al hecho de que el gasto público se concreta en
gran medida en bienes no comercializables y servicios. La expansión
incontrolada del sector de los no comercializables conduce a una
sobrevaloración del tipo de cambio real en economías pequeñas abiertas porque
la presión ejercida en los precios internos no puede ser compensada por los
precios de los bienes comercializables, limitados por un tipo de cambio fijo y
los precios externos. Durante todo el período 1991-2001, el gasto de los tres
niveles de gobierno creció el 77 por ciento en términos del dólar, mientras que
el PBI argentino creció el 57 por ciento y cayeron los precios comercializables
expresados en dólares"[5]
Aquí –en particular- se señalan dos principios
negativos que se combinaron. Por un lado, el aumento del gasto público,
especialmente focalizado en bienes no comercializables, y -por otro lado- el
tipo de cambio fijo que obró como impedimento para un reacomodamiento de
precios y salarios. Esta composición operó como "cuello de botella"
que terminó estrangulando la necesaria flexibilidad entre las variables que -de
no existir ambos componentes- hubiera dado lugar a un ajuste natural entre
precios y tipo de cambio real. Sabido es que la ampliación del gasto púbico
empuja los precios internos hacia arriba. A lo que se suele decir que esto
genera presiones inflacionarias, lo que -en buen romance- es una frase articulada
para justificar políticas monetarias expansivas.
[1]
Ricardo López Murphy, Daniel Artana
Y Fernando Navajas.
Capítulo 1 "La Crisis Económica Argentina". Pág. 23-24 en Daniel Artana y James A. Dorn. Compiladores. Crisis financieras
internacionales: ¿qué rol le corresponde al gobierno? - 1ª. ed. – Buenos
Aires: Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, 2004.
[2]
Ricardo López
Murphy, Daniel Artana
Y Fernando Navajas.
Capítulo 1 "La Crisis...ob. cit. Pág. 23-24
[3]
Ricardo López
Murphy, Daniel Artana
Y Fernando Navajas.
Capítulo 1 "La Crisis....ob. cit. Pág. 23-24
[4]
Ricardo López
Murphy, Daniel Artana
Y Fernando Navajas.
Capítulo 1 "La Crisis....ob. cit. Pág. 23-24
[5]
Ricardo López Murphy, Daniel Artana
Y Fernando Navajas.
Capítulo 1 "La Crisis....ob. cit. Pág. 24
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