Por Gabriel Boragina ©
Que las palabras
individualismo y egoísmo son vulgarmente considerados como sinónimos y que
gozan de muy mala fama no es, por cierto, ninguna novedad para nadie. Pero lo
que si quizás sea una novedad para muchos es que no siempre ha sido así en el
curso de la historia. Tampoco fue siempre que coloquialmente ambos vocablos se
hayan tomado como sinónimos. Hubo épocas en que estos términos carecían del
contenido peyorativo del que adolecen hoy en día. Luego de citar ciertos
pasajes donde se lo hacía, explica Hayek:
"Sería
interesante comparar estos pasajes con exposiciones similares en que los
contemporáneos de Ferguson expresaron la misma idea básica de los economistas
británicos del siglo XVIII: Josiah Tucker, Elements of Commerce (1756),
reimpreso en Josiah Tucker: A Selection from his Economic and Political
Writings, ed. R. L. Schuyler (New York, 1931), pp. 31-92: “El punto principal
no es extinguir ni debilitar el egoísmo, sino darle una cierta dirección de
manera que promueva el interés público promoviendo el suyo propio... La idea
principal de este capítulo es demostrar que el motor universal en la naturaleza
humana, el egoísmo, puede tomar tal dirección en este caso (así como en todos
los otros) de forma que promueva el interés público mediante aquellos esfuerzos
que debe realizar para lograr el propio”. Adam Smith, Wealth of Nations (1776),
ed. Cannan, I, 421: “Al dirigir la industria de tal manera que su producto sea
del mejor valor, él procura sólo su propia ganancia, y en este caso, así como
en muchos otros, él es guiado por una mano invisible para promover un fin que
no formaba parte de la intención. Tampoco es lo peor para la sociedad el no ser
parte de ello. Al perseguir su propio interés frecuentemente promueve el de la
sociedad en forma más efectiva que cuando se propone promoverlo”. Véase también The Theory of Moral Sentiments (1959),
IV parte (Novena ed., 1801), cap. i, p. 386.[1]
La condición para
que se cumpla la fórmula por la cual la acción individual siempre va a mejorar
la condición de la sociedad, es sencillamente que dicha acción egoísta no se
vea obstaculizada por terceras personas, sean estas particulares o estatales. Nótese
la sagacidad de los autores citados en el párrafo anterior, que no se refieren
a cualquier actividad, sino a dirigir "la industria de tal manera que su
producto sea del mejor valor" (Adam Smith). Es decir, no se avalan
conductas antisociales, como puede ser la del delincuente o ladrón, sino
actividades industriales, hoy diríamos en términos generales económicas. En un
contexto más amplio como el de la praxeología de L. v. Mises, habría que hablar
de aquella acción humana que no tiene por fin el perjudicar a otros. Pero lo
relevante de este punto es demostrar que, en la época en que Hayek sitúa su
cita, el término egoísmo no revestía las connotaciones despectivas que ya tenía
en la época que el mismo Hayek escribía. Como expresa la cita, los autores de
entonces se referían al vocablo egoísmo como sinónimo del "propio interés"
necesario -como señala- para promover "el de la sociedad en forma más
efectiva que cuando se propone promoverlo”.
El mismo Hayek
desataca no sólo la valoración del concepto, sino la transformación del mismo
sufrida en sentido contrario, es decir su infravaloración seguida a posteriori:
"Edmund Burke;
“Thoughts and Details on Scarcity” (1795), en Works (ed. en Worlds Classics),
VI, 9: “El benigno y sabio creador de todas las cosas, que obliga a los
hombres, quiéranlo o no, a buscar sus propios y egoístas intereses, a unir el
bienestar general con su propio éxito individual”. Luego que estas afirmaciones
fueron consideradas como despreciables y ridículas por la mayoría de los
ensayistas durante los últimos cien años (no hace mucho C. E. Raven denominó la
cita anterior de Burke “una sentencia siniestra”, véase Christian Socialism
(1920), p. 34), es interesante encontrar ahora a uno de los principales
teóricos del socialismo moderno adoptando las conclusiones de Adam Smith. De
acuerdo a A. P. Lerner (The Economics of Control (New York, 1944), p. 67), la
utilidad social esencial del mecanismo de precios es “que si es usado
apropiadamente induce a cada miembro de la sociedad, mientras busca su propio
bienestar, a realizar cosas que son de interés social general.
Fundamentalmente, éste es el gran descubrimiento de Adam Smith y los
fisiócratas”.[2]
Sin embargo, no es frecuente
encontrar muchos casos como los de A. P. Lerner (citado por Hayek arriba). Con
todo, sigue siendo cierto que el mecanismo de precios, cuando es usado
apropiadamente, o sea, cuando no es intervenido por el aparato de fuerza y
coacción que es el estado-gobierno, "induce a cada miembro de la sociedad,
mientras busca su propio bienestar, a realizar cosas que son de interés social
general". Es decir, sigue siendo cierto, tal como lo fue en la época de su
original formulación que, "Fundamentalmente, éste es el gran
descubrimiento de Adam Smith y los fisiócratas”. Este descubrimiento mantiene
toda su vigencia hoy, y la prueba de ello es precisamente el hecho de que allí
donde los gobiernos no estorban la búsqueda del propio bienestar de cada uno de
los miembros de la sociedad, esta sociedad no deja de prosperar como tal, en
cambio donde se ponen impedimentos de todo tipo al egoísmo humano, entendido
como se lo concebía conforme a los textos citados antes, la sociedad declina a
pasos acelerados.
Como hemos dicho en
otras oportunidades, el egoísmo es el motor de la actividad humana, al punto
que hasta las acciones que llamamos "altruistas" encuentran en el
egoísmo su origen.
[1] Friedrich
A. von Hayek "INDIVIDUALISMO: EL VERDADERO Y EL FALSO". Este ensayo
corresponde a una exposición pronunciada en la duodécima Finlay Lecture en la
University College de Dublín, en diciembre de 1945 y aparece en el volumen
Individualism and Economic Order (The University of Chicago, 1948, reimpreso
posteriormente por Gateway Editions Ltd., South Bend, Indiana). Pág. 7.
[2] Friedrich A. von Hayek, op. Cit. pag.
7.
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