Industrialización

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Intercambio y utilidad marginal

 


Por Gabriel Boragina ©

‘’ ¿Habrá alguna otra forma mejor que el mercado libre de inducir a todos -los buenos y los no tan buenos- a que dediquen su ingenio y esfuerzo a lograr que todos los demás sean menos pobres? Como ya vimos, no existe una forma objetiva de saber quién gana más en un intercambio; en consecuencia, no tiene sentido pensar en términos de un comercio "justo" o "equitativo",21 en el sentido de que ambas partes contratantes ganan aproximadamente lo mismo’’[1]

Si el intercambio es libre, nadie gana ‘’aproximadamente lo mismo’’ sino que todos los negociantes involucrados están ganando más. ¿Quién lo decide así? Pues ellos mismos, de lo contrario no contratarían. Ningún sistema compulsivo puede reemplazar el mecanismo de mercado como lo prueban todos los intervencionismos estatales antiguos y modernos ensayados sin cesar en todas partes del mundo. Si alguien considera que un trato comercial determinado que le ofrecen no es justo o no equitativo, sencillamente el mercado le da la libertad de no cerrarlo.

‘’También vimos ya que equitativo no es igual que justo y, como bien saben los economistas, los beneficios están medidos "al margen" y subjetivamente’’[2]

La última unidad de un bien homogéneo es la que determina la utilidad total de ese bien. A esa unidad se le llama la unidad marginal y es la que fija la utilidad de todo el conjunto. Este principio se conoce como la ley de la utilidad marginal. En realidad, siguen siendo las partes interesadas en el negocio quienes determinarán subjetivamente si el trato el justo o equitativo y por eso lo llevan a cabo.

‘’Por tanto, cada transacción efectuada, aunque involucre el intercambio exactamente de los mismos bienes, producirá ganancias diferentes pues también su costo de oportunidad será distinto’’[3]

Aunque el intercambio involucre dos bienes en apariencia ‘’idénticos’’ las ganancias serán diferentes. Puedo cambiar un par de pantalones por otro par, sin embargo, si lo hago, es porque no me da igual el par del que me desprendo del par que obtengo a cambio, siendo este último el que me interesa más (quizás la tela me resulte mejor, o la textura, el color, el diseño, el talle, etc.) lo cierto es que si las partes intercambian dos tazas, dos coches, dos trajes, etc. que parecen idénticos en todo es porque esas personas no lo consideran así. Y prefieren lo que reciben a lo que dan.

‘’Por ejemplo, cuando hago un intercambio con Bill Gates (cada vez que compro uno de sus programas de software), seguramente yo gano más que él, porque mi ganancia sin duda supera, y por mucho, el precio mismo del programa. La razón de que su fortuna sea mayor que la mía es que él realiza más transacciones que yo.23 Mis antepasados pensarían que soy un tonto si comprara los programas de software a proveedores que me enriquecen menos que Bill Gates’’[4]

En realidad, este no sería un ejemplo del párrafo que comentamos antes de este. Aquí el autor no intercambia con Bill Gates ‘’los mismos bienes’’ sino diferentes. El autor le entrega dinero a Gates y este –a cambio- software. Salvo este detalle (aunque no menor) el resto de lo expresado en la cita es exacto.

Cuando dice ‘’seguramente yo gano más que él’’ debe estar pensando en las ganancias que le va a reportar el producto adquirido en su trabajo, las que en breve van a exceder lo que le costó el programa. En contexto está aludiendo a una ganancia potencial a futuro que -con toda seguridad- se va a llevar a cabo. Y alude a un beneficio monetario no meramente psicológico, caso contrario no se comprendería la referencia a la fortuna.

‘’Para aumentar su fortuna, las personas tienen dos opciones: una consiste en ofrecer bienes y servicios a otros miembros de la sociedad, mediante intercambios voluntarios (pacíficos); la otra, en recurrir a la coerción, al fraude, o aprovechar el poder coercitivo del Estado para obtener algún privilegio24 que les proteja de competidores estableciendo tarifas, licencias o cuotas, o bien con monopolios o carteles’’[5]

Por desgracia, la segunda es la más empleada de las dos, sobre todo en la modalidad de acudir al poder del gobierno de turno para obtener beneficios a expensas de los demás, lo que implica poner en práctica el sistema de juego de suma cero. Este es el régimen económico imperante en nuestros días: el designado por L. v. Mises intervencionismo estatal o de economía intervenida. El instrumento de este método se implementa por medio de la ley creando restricciones a la competencia, parte de las cuales la cita se encarga de enumerar.

‘’Así, una persona puede aumentar su riqueza, impidiendo u obstaculizando que los demás recurran a competidores locales o del exterior para satisfacer sus deseos o necesidades. Obviamente, en este último caso, el mercado y los costos comparados se distorsionan, por lo cual ya no cumplirán su función de asignar recursos económicamente, sino más bien contribuirán a causar una desviación antieconómica de las compras y del uso de los recursos’’[6]

Hay organizaciones incluso que se encargan de imposibilitar el libre comercio y la libre contratación. Por ejemplo, los sindicatos son de los más importantes, cuando restringen la negociación laboral forzando la inclusión de cláusulas que favorecen al empleado mientras perjudican al emperador.

Pero los gobernantes y sus burócratas son los que más se benefician con las restricciones al mercado. Estas interferencias crean riqueza para la casta política, y pobreza consecuente para el resto de la población. Muchos pseudo-empresarios buscan favorecerse en sus negocios perjudicando a sus competidores estableciendo alianzas con los burócratas más influyentes.

‘’Pero en una sociedad libre (de mercado), en ausencia de carteles o monopolios que no son naturales, 25 todos resultan compitiendo por hacer a otros menos pobres o más ricos, pues el uso de la fuerza está proscrito por definición’’[7]

Un monopolio natural es el que surge desde el seno mismo del mercado. Los economistas los denominan de muchas maneras diferentes. Por ejemplo, yo prefiero hablar de ellos como monopolios de mercado para distinguirlos de los artificiales que yo designo con el término de políticos, pero estas distinciones denominativas no empañan la diferencia entre ambos.



[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 41

[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 42

[3] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 42

[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 42

[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 42

[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 42-43

[7] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 43


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