Por Gabriel Boragina ©
Aun cuando se está superiormente capacitado para diversas tareas de distintos niveles, es preferible delegar las de menos nivel en otras personas algo menos capacitadas pero que pueden y saben realizarlas de todas maneras:
‘’Un caso parecido es el del doctor que deja a la enfermera preparar al paciente, porque, aunque él sabe prepararlo mejor, le conviene dedicar su tiempo a otras cosas, como examinar a otros pacientes y analizar exámenes para emitir mejores diagnósticos, tareas en las que él tiene mayor ventaja’’[1]
No hay que confundir la especialización con la capacitación aunque ambas van de la mano y suelen ser concomitantes. La capacitación suele llevar a la especialización y por eso, por lo general, aquella precede a esta. La clave es que la capacitación la lleve a cabo otra persona ajena al ámbito laboral. De allí la gran importancia de la educación, tanto formal como informal.
Si en el ejemplo del médico es este el mismo que debe enseñarle a la enfermera a preparar al paciente no hay allí ventaja alguna, excepto para la enfermera. Pero tanto para el mismo médico como, en mayor grado, para el paciente, todo es pura desventaja.
Una experiencia personal ilustrará mejor este punto. Hace tiempo contrataba asistentes para mi estudio jurídico. Generalmente, se trataban de estudiantes de derecho o abogados recién recibidos suponiéndolos ‘’capacitados’’ por sus respectivos estudios universitarios. La práctica demostraba -una vez tras otra- que ni unos ni otros se encontraban capacitados para tareas elementales en el área legal, ni siquiera las más básicas.
En mi vocación docente, trataba de suplir esas deficiencias empleando mi tiempo en explicarles la tarea. El resultado final de todo era una pérdida neta para mi negocio legal, porque el tiempo que me dedicaba a tal tarea docente en mi ámbito laboral significaba pérdida de atención de clientes y de casos.
A ello se le debía sumar que, en lugar de cobrarles por enseñarles debía pagarles por supuestos ‘’servicios’’ que -en la realidad- no prestaban, simplemente porque no estaban en condiciones de hacerlo, dado que no egresaban capacitados de sus respectivos centros de estudios.
Finalmente dejé de contratar gente de esa manera, porque descubrí que era más productivo hacerlo por mismo.
‘’A medida que la especialización aumenta la productividad individual de cada participante, baja su costo de oportunidad y ello significa que puede pagar más por lo que recibe mientras al mismo tiempo, le cuesta menos: la prosperidad ajena a todos conviene porque no es un juego suma cero’’[2]
La especialización aumenta no sólo la cantidad del producto sino y principalmente su calidad. El costo de oportunidad está representado por el tiempo y demás recursos empleados para adquirir las destrezas necesarias para elaborar cierto artículo o prestar determinado servicio.
Un trabajador capacitado y hábil puede producir más que otro torpe, por ello se le puede pagar más con un costo menor que estará más que compensado por las mayores ganancias que reportan su elaboración en mas cantidad y probablemente mejor calidad.
‘’La asignación de tareas puede ser que nunca sea perfecta, debido, entre otras razones, a las limitaciones del conocimiento. Frecuentemente se pasa por alto que un importante obstáculo para llegar a la perfección en este mundo es el costo de adquirir información’’ [3]
La información necesaria simplemente no está disponible, ni en cantidad, ni en calidad, ni mucho menos aun en cualquier momento. Adquirirla y procesarla tiene un costo, y muchas veces ese costo suele ser muy elevado.
El problema de la asimetría de la información es una realidad y una constante a través de los tiempos. Este es uno de los motivos que impide tomar en serio la célebre teoría de la competencia perfecta que no se trata más que de un modelo ideal que nunca debió confundirse con la realidad de un mundo imperfecto.
‘’Hayek 20 nos enseñó que, debido a que el conocimiento utilizable está disperso en el tiempo y las circunstancias, y a que éstas están cambiando continua e impredeciblemente, sólo aquellos que se hallen en el lugar y en el momento, precisos, pueden tomar la mejor decisión’’[4]
Sin embargo, hay que tener presente que no cualquier conocimiento resulta útil. Es necesario distinguir entre conocimiento falso y verdadero. Si bien, en rigor, conocimiento e información no serían sinónimos, podemos interpretar que se habla de tomar conocimiento de la información, con lo cual el sentido sería mucho más claro. La información para ser útil debe ser conocida, pero esta es una condición necesaria aunque no suficiente, porque esa información debe, además, ser ventajosa para los fines propuestos.
‘’No obstante las imperfecciones y limitaciones, la tendencia es a optimizar el uso de los recursos humanos, naturales y el propio tiempo, de acuerdo con las ventajas comparativas. ’’[5]
Esto es consecuencia del axioma económico por el cual los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas. Esta escasez es relativa y no absoluta.
Conscientes de la realidad de la escasez tendemos instintivamente a ahorrar lo que poseemos para poder cubrir nuestras necesidades la mayor cantidad de veces posible.
También tratamos de obtener lo que necesitamos de los demás y que no nos conviene producir a nosotros cuando podemos emplear nuestros recursos en cosas para las cuales somos más aptos.
‘’Aunque nadie puede estar enterado de cada oportunidad existente, en la que cada persona podría emplear su talento y esfuerzo en un momento dado, el incentivo de mayores recompensas mutuas tiende a dirigir a la comunidad hacia la optimización del uso del conocimiento, y a esforzarse por buscar las oportunidades más provechosas adaptándose a ellas. ’’[6]
Esa optimización es subjetiva y no objetiva y -por lo demás- mutante. Surge de la observación aguda efectuada por el profesor L. v. Mises al establecer el axioma básico de la acción humana: la propensión de pasar de un estado de menor satisfacción a otro de mayor bienestar. Por lo que esta optimización siempre es relativa, por cuanto no tiene límite alguno. Su manifestación visible la tenemos en la civilización moderna, destacando el avance tecnológico alcanzado por la misma.
[1] [1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 33
[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 33
[3] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 35-36.
[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 36
[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 36
[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 36
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